- Fecha: Miércoles, 16 de enero de 2013
- Lugar: Círcol Maldà / Barcelona
- Componentes:
Celeste Alías: voz y maracas
Santi Careta: guitarra eléctrica, “loops”, banjo y mandolina
David Soler: “pedal-steel” y guitarra eléctrica
Oriol Roca: batería - Comentario:
La promiscuidad de las nuevas, y no tan nuevas, generaciones de músicos de la escena jazzística barcelonesa, entendida esta en su sentido más amplio y abierto, va totalmente pareja al notable nivel y calidad que atesoran. Posiblemente una de las hornadas más preparadas, con una diversidad discursiva manifiesta. Una cantera pareja a la del primer equipo de fútbol de la ciudad, pero sin su poder económico ni mediático. Músicos de mentalidad abierta, que beben de fuentes bien diversas propiciando combinatorias curiosas y totalmente digestivas. Músicos inquietos, receptivos y en buena armonía. Músicos que se van entrecruzando en diversas propuestas y proyectos.
Los cuatro integrantes de Jazz Machín son una buena muestra de lo dicho anteriormente. David Soler, “pedal-steel”, guitarra eléctrica y pedales, es el reciente ganador del premio al mejor disco del año por Denga, según la AMJM (Associació de Músics de Jazz i Música Moderna de Catalunya); líder del contundente trío Figurines, así como miembro del quinteto Libera de Giulia Valle. Oriol Roca, batería de la exquisita y surrealista Piccola Orchestra Gagarin (con Paolo Angeli); así como del último y cuasi silencioso cuarteto de David Mengual, “Slow Time” (comentado recientemente en Tomajazz) e integrante, también, del quinteto “Libera”. Santi Careta, guitarra, banjo, mandolina y pedales, forma dúo con Celeste Alías en el proyecto “Black&blue” (sentido y emotivo homenaje a Billie Holiday, Nina Simone y Abbey Lincoln), miembro a su vez de Astrio (desde hace poco con sólo una ese), así como del grupo, sin bajo, Bindu trío. Celeste Alías, aparte de formar dúo con Careta, tiene otro con el pianista menorquín, Marco Mezquida, con el que ha grabado el interesante “Two lonely people”, y también es la vocalista del septeto “La veu de la guitarra” (con tres guitarristas y un trío de cuerda).
Los medios de comunicación, muy especialmente los mayoritarios, tanto públicos como privados, cada día cumplen más una función de agitación y propaganda en unos temas y de silenciador y somnolencia en otros. Como resulta palpable en el actual desballestamiento de nuestro tardío y más bien pobre Estado del bienestar (“unas palabras preciosas, casi metafóricas –Estado del bienestar-. Simplificadamente: ser tratado como persona y no como fuerza de trabajo”, Gregorio Morán, Sabatinas intempestivas, 19-01-13).
Realmente el jazz, en los mismos medios, padece también un silenciamiento o ninguneo, manifiestamente considerable y deplorable. Uno recuerda una conversación entre dos personajes en una película de Jean-Luc Godard, en la que comentaban lo bien que podría ir el cine, si se hablara de él como se habla del fútbol, con el mismo entusiasmo, conocimiento y pasión. Si lo extrapolásemos al jazz, a las músicas improvisadas o a la música de calidad en general, y en el caso que esto fuese posible, seguramente en la actualidad andaríamos por otros derroteros, tanto en lo cultural, como en lo social, mucho más interesantes.
Jazz Machín se desplaza entre lo real y lo onírico, entre lo manifiesto y lo latente, entre el sueño y la vigilia, entre lo consciente y lo inconsciente, un ir y venir, como si Lewis Carroll hubiese dejado a su Alicia, en este caso nuestra Celeste con sus tres machines, un paso por delante y otro más allá del espejo, viéndose a su vez, el reflejo y lo que hay detrás, entre las formas concretas de lo real y las imprecisas y evanescentes del deseo. Celeste con su peculiar voz dibuja el reflejo, mediante su recreación de las letras que cantara Machín, mientras el resto de la banda, recoge y distorsiona, muy positivamente, su recuerdo musical, proyectándolo hacia otro espacio, generando una peculiar aurora en la nocturnidad de la nostalgia. Como si todo estuviera filmado por un David Lynch en pleno estado de forma.
Cierto es, que también ayudaba lo suyo el reducido y acogedor espacio del “Círcol Maldà”, con una capacidad para unos sesenta espectadores, situado en un primer piso, compartiendo, o casi, paredes con el cine homónimo. La puerta de entrada similar a la de una vivienda, un pequeño recibidor en función de taquilla, un interior con unas pequeñas gradas y unas primeras sillas con las patas rebajadas, las paredes atesoran varios cuadros, entre envejecidos y desconchados, un suelo de tablero de ajedrez, el techo alto, como en las casas señoriales de antaño, dos puertas laterales, a los lados del suelo-escenario, que conducen, una al camerino y la otra a un reducido bar con su barra correspondiente. Una sala agradable y a su vez entrañable, que permite disfrutar de la proximidad de los músicos.
Jazz Machín fueron los encargados de estrenar el mini “In Team Jazz Little Festival”, formado por cinco conciertos con cinco formaciones durante cinco noches consecutivas.
El cuarteto ofrece su personal visión, revisión y homenaje al gran maestro cubano Antonio Machín, con perlas como, “Angelitos negros”, “Esperanza”, “No me vayas a engañar”, “Toda una vida” (interpretada a dúo con Careta), “Cuando me besas” (tema que resumiría perfectamente lo comentado anteriormente entre el ir y el venir) y “Dos gardenias”, sólo por mencionar la mitad del repertorio. En la noche de la inauguración, fue una lástima que por una sonorización no del todo afortunada, nos impidiera disfrutar plenamente de todos los matices y capacidades que nos tiene habituados la voz de Celeste. A pesar de ello, y como dirían los más flamencos del lugar, los mimbres mostrados por todos los miembros de este notable grupo son de alta gama, calidad fehaciente, ricos en cualidades y tonos, que irán acrecentándose, todavía más, sin duda alguna, a lo largo de las próximas actuaciones. Un homenaje realizado con respeto y totalmente alejado de cualquier mímesis.
Texto y fotografías: © 2013 Joan Cortès