«En 1968 me encontré a Steve Lacy por la calle, en Roma. Saqué mi grabadora y le pedí que me explicara, en quince segundos, la diferencia entre la composición y la improvisación. Dijo: ‘En quince segundos, la diferencia entre la composición y la improvisación es que en la composición tienes todo el tiempo que necesites para decidir lo que quieres decir en quince segundos, mientras que en la improvisación sólo tienes quince segundos’.
Su respuesta duró exactamente quince segundos, y es la mejor formulación del asunto que conozco.»
Anécdota del compositor e improvisador Frederic Rzewski relatada en el libro La improvisación. Su naturaleza y su práctica en la música (Derek Bailey, Ediciones Trea, 2010).
Gran respuesta, sí señor.
Saludos.
Del gran Steve Lacy. Uno de los que mejor ha reinterpretado la música de Thelonious Monk. Un maestro.
Gracias por dejar tu comentario Dama.
Me he quedado flipado con la respuesta de Lacy, muy sabio, sí señor…
Esa respuesta no vale para nada, aparte de demostrar el gracejo o la mala leche de quien la dice, pero como respuesta es muy pobre.
Podríamos darle otra en el mismo tono pero al contraria:
Improvisar es hacer un examen en el que el músico hace lo que puede, componer es algo en el que el músico hace lo que quiere.
M.A.: gracias por el comentario. Obviamente opiniones podemos tenerlas todos y todas, aunque artistas que hayan grabado discos de la calidad de los que hay en la discografía de Steve Lacy no hay demasiados. Así que al menos para mí no es sólo la buena o mala leche o el ingenio de quien lo dice -que también-, sino sobre todo quien lo dice. En este caso un artista que durante toda su carrera estuvo muy comprometido con la improvisación. Así que doy por sentado de que habla con gran conocimiento de causa.
En cuanto a la improvisación y la composición se ha comentado mucho sobre el tema. Una de mis citas favoritas es de Paul Bley: «Hay una diferencia realmente simple entre composición e improvisación. Consiste en que no hay diferencia. La composición y la improvisación son ambas ‘hacer música’ y si hay alguna diferencia se debe a la falta de capacidad por parte del ejecutante. Uno debería estar componiendo cada vez que toca música… es que no es más que componer en tiempo real.» Ahí queda dicho, por otro músico imprescindible.
Con lo que no estoy de acuerdo de tu comentario es con lo que dices acerca de que «improvisar es hacer un examen»: supongo que a cualquiera que toque un instrumento en algún momento le da por ponerse a tocar sin más, a tocar por tocar, a ver qué es lo que sale de su instrumento, sin presiones, sin prisas, sólo por el puro placer de tocar, sin intentar demostrar nada. Tampoco entiendo por qué el componer no tiene ese carácter de examen, ya que cuando compone se hace lo que (mejor) se puede.
Otro aspecto muy interesante es que hay quien saber crear música instantáneamente de un modo maravilloso, a veces incluso sin tener unas partituras o unas líneas melódicas de base, mientras que hay otros músicos que fuera de cuatro clichés no son capaces de hacer nada interesante que no esté bien escrito en una partitura. Vamos, que personalmente pienso que eso de improvisar también es un arte.
Gracias por tu bienvenida:
Vamos por partes:
Improvisar una pieza musical no es patrimonio exclusivo del jazz, es algo que se ha venido realizando a lo largo de toda la historia de la música, con
grandes nombres en todos las épocas y estilos. Bach, Haendel, Mozart, Schubert,Beethoven, Chopin o Messiaen son músicos que gozaban del arte de la improvisación,
y hay testimonios más que sobrados de ello. Pero si han pasado a la historia, es por algo que vá mucho más allá de haberlo sido, y es por el de sus composiciones,
testimonios imprescindibles para conocer y valorar su obra. Es algo que no se hubiera podido hacer si no hubiéramos contado con ellas.
Por otro lado no se puede sostener que yo, usted o cualquier otro músico sea el que sea pueda alcanzar improvisando las mismas cotas de profundidad y
excelencia musical que uno de estos grandes maestros componiendo. Dicho de otra forma: De Beethoven se conservan más de 500 bocetos de sus composiciones de
cuartetos de cuerda, son testimonios de su esfuerzo y de su trabajo, de como va puliendo, retocando, rehaciendo y perfeccionando sus obras demostrando afán inconformista
boceto a boceto. Este hecho, viniendo de un improvisador nato como era él, demuestra que son dos formas de acercarse al hecho musical de dos formas totalmente
distintas, una como improvisador y otra como compositor. Si hubieran sido lo mismo, no hubiera necesitado hacerlo, hubiera bastado con plasmar en un papel lo primero que le hubiera venido a la cabeza (eso es improvisar).
Componer una gran obra sinfónica, concertística o de cámara requiere una gran formación musical, y grandes dosis de disciplina y de rigor formales, hecho
que ni mucho menos todos los músicos de jazz poseen, entre ellos el gran Charlie Parker, excelente músico de jazz y saxofonista, pero músico que intentó en
varias ocasiones que Edgar Varese lo diera clases de composición, sin conseguirlo.
Tampoco es verdad, como algunos afirman, que tener una partitura delante signifique siempre tocar lo mismo, o tenerlo todo hecho. Para interpretar bien,
hay que trabajarse la partitura, pasar muchas horas leyendola e intentando desgranar su significado musical, trabajar el fraseo, la articulación. el tono…
Una misma interpretación puede variar bastante de un intérprete a otro, de igual manera que un texto teatral varía mucho de ser interpretado por un actor u otro, estando el texto en ambos casos ya escrito
por un dramaturgo.
Improvisar tiene su valor indiscutible en ciertos aspectos: Arriesgar, oírse unos músicos a otros, implica conocimiento de estilos, etc, etc, pero no
lleva aparajedas otras cualidades y riesgos que implica la composición, entre ellos hay que contar dos muy importantes:
Uno: Empezar una pieza desde cero (horror a la página en blanco, que decía Stravinsky)
Dos: Trabajo enorme que puede llevar años (algo que, por razones obvias no implica la improvisación)
Gracias
M.A.: Interesantes tus aportaciones.
De todos modos, quisiera hacer alguna puntualización. En primer lugar, que yo sepa nadie ha dicho que la improvisación sea un patrimonio único del jazz. Como bien dices ha estado presente durante siglos en la música en todo el Mundo, aunque ahora mismo en los conservatorios en los que se enseña música clásica en Occidente es una parte de la educación que no se trabaja demasiado, o sobre la que directamente no se trabaja, cuando está más que documentado la gran importancia que tuvo durante una gran parte de su historia en la cultura Occidental. Quizás una de las pocas excepciones que hay en la actualidad sean las competiciones de improvisaciones de organistas que se siguen llevando a cabo y que tienen un gran reconocimiento en algunos países como Francia.
En cuanto a las partituras y las composiciones es un tema muy interesante, ya que hay bastantes músicos que es más que posible que si estuviesen vivos en este momento se horrorizarían de ver que lo que para ellos eran simplemente unos puntos de partida a partir de los cuales crear su música improvisando, han quedado y se interpretan como si fuesen las versiones definitivas de sus creaciones. Algo parecido a lo que pasa en la enseñanza del jazz. No suele ser extraño que una de las tareas de los estudiantes es que se dediquen a transcribir solos de ciertos músicos para interpretarlos a continuación, con lo cual una concepción así del jazz hace que sea una música de repertorio, en la cual no se improvisa, sino que se ejecuta lo que otros improvisaron en algún momento y que casi quedan como versiones canónicas. Tampoco perdería de vista que en la actualidad hay música clásica que se interpreta no como fue concebida inicialmente, sino adaptada a los gustos actuales (por ejemplo las archiconocidas «Cuatro estaciones» de Vivaldi).
Otro aspecto muy interesante es el valor que tiene o que se le da a la apreciación del arte. Un músico puede tener una gran importancia gracias desde un punto de vista formal o histórico, pero precisamente lo tiene porque la suya es una música que ya fue. Por el contrario la improvisación es algo que nace y que muere en el mismo instante de su concepción. No sé a ti, pero a mí esa sensación de que algo que se está creando en ese momento me llegue muy adentro y me toque no sé qué resorte interior es uno de los grandes placeres que podemos tener los seres humanos. Eso es algo que no me supone problema alguno ni ningún impedimento a la hora de disfrutar con sumo placer de una de esas obras maestras que puede ser todavía mucho mayor si además tengo la suerte de que la interprete un virtuoso. Personalmente no tengo problema con una cosa ni con la otra. Con los años cada vez soy más consciente que conforme más música escucho, más me gustan todo tipo de músicas. En un momento puedo estar disfrutando con unas improvisaciones no idiomáticas, a continuación disfrutar con Charlie Parker y después disfrutar nuevamente con Jordi Savall interpretando música de Boccherini.
(Continúo en otro comentario, que no deja más de 4096 caracteres)
Continuación del anterior comentario…
En cuanto al párrafo final, no sé si te das cuenta de que los dos argumentos son totalmente válidos para quienes se ejercitan en la improvisación. Allí también se comienza desde cero, y el hacerlo bien también supone un enorme trabajo que lleva muchos años de práctica, estudio y análisis. De hecho es algo que sucede con los organistas (músicos formados en la música clásica) que se dedican a improvisar (aparte del dominio técnico tienen que tener grandes conocimientos de contrapunto, armonía… y practicar durante mucho tiempo hasta lograr esa maestría).
Cada uno debe disfrutar con lo que le guste, pero eso creo que no debe ser motivo para quitar méritos a quienes gusten de otras músicas. Leyéndote parece que la música y los músicos de jazz y lo que hacen no tiene apenas valor frente a los compositores de sinfonías. Hablas de Charlie Parker y yo te voy a hablar de Benny Goodman (un músico de jazz anterior a Bird) y de las obras que compuso y dirigió para él precisamente Igor Stravinsky (el «Ebony Concerto for Clarinet Solo and Big Band») y que ambos grabaron en 1965 (y que ahora mismo estoy escuchando). Un músico de jazz interpretando composiciones de música clásica. Otros músicos actuales capaces de interpretar música clásica son Wynton Marsalis, Keith Jarrett o Mark Feldman por decir tres nombres. Personalmente creo que esto no quita mérito a la música clásica, del mismo modo que el que Varése no le diera clases a Charlie Parker no quita mérito a la música que este último creó.
No sé si te pasa a ti, pero a mi a veces me da la impresión de que los aficionados tenemos muchas más controversias entre nosotros que las que realmente tienen los implicados en todos estos temas, que al final lo que hacen es crear música.
Amigo Pachi:
Ni mucho menos pienso que la improvisación sea algo menor respecto a la composición, pienso más
bien, y creo que lo he comentado, que son materias distintas a la hora de acercarnos a la creación musical,
ambas muy válidas, pero distintas. En ningún caso las pongo en el mismo saco, y cada una las
disfruto a su manera (en esto creo que coincidimos).
Lo que si detecto es una postura en ciertos jazzistas, tendente a interpretar la realidad en base a sus códigos,
es decir, aplican los criterios musicales que ellos dominan para juzgar lo demás olvidando que el
jazz es una música que favorece la improvisación, gracias a tener unas características determinadas
que la hacen posible: base rítmica constante, escala de blues, 12 compases, entradas individuales de solistas, etc, etc.
Como he dicho, componer una sinfonía, un cuarteto de cuerda, una sonata, una ópera o una inclasificable composición contemporánea
es muy complejo, y requiere que el compositor se adapte a las circunstancias de cada pieza, «mude» de piel cada vez que
se enfrente a una composición, empiece de cero. Además requiere un esfuerzo supremo del compositor en forma de anotación e
imaginación musical abstracta y global: mientras que el músico de jazz trabaja «in situ» con material musical, el compositor lo hace
desde la soledad de su gabinete de trabajo, imaginando formas musicales, texturas, timbres, etc, etc. y, por lo general tiene que
anotarlo todo, hasta los silencios de semicorcheas mientras que el músico de jazz ya parte de una base previamente dada:
Si yo hago mi versión de «Blue train» de Coltrane primero expondré al unísono con mi combo el tema inicial dos o tres veces,
y luego lo ejecutaremos por separado variando al gusto, para al final reexponerlo antes de llegar a la coda final, es un viaje ya previamente explorado, aunque
parezca a simple vista lo contrario. El músico de jazz no anota todo porque sabe que el trabajo final será en el escenario, como así sucedía con los barrocos.
Eso para mí marca las fronteras y diferencias entre ambos mundos, el jazzista que, presuntamente aborda el trabajo con libertad, ya tiene
parte del camino andado, formalmente la composición jazzística es más rígida de lo que parece a simple vista. El compositor clásico tiene
los moldes formales que el se plantee, si comparamos las sinfonías de Haydn con las de Schnittke no tienen nada que ver.
Coincido contigo en los grandes nombres que planteas, tanto Jarret con sus excelentes interpretaciones de Bach o Shostakovitch o Marsalys con
Hummel o Mozart.
El jazz me gusta a su modo, y la clásica al suyo. Con sus diferencias y sus semejanzas.
Hay que ser muy buen músico para abordar ambos mundos, eso desde luego.
M.A. si se me permite, en mi colaboración semanal en el programa La casa del Mundo ha ido una versión de Tchaikovski en clave de jazz: http://bun.tomajazz.com/2011/01/en-la-casa-del-mundo-iv-march-classical.html. Ron Carter, Lewis Nash, Kenny Barron y Stefon Harris llevan la música clásica un poquito más allá creativamente con su aporte jazzístico. Supongo que si se pusiera a músicos clásicos a intentar «swinguear» esa composición el resultado no se parecería ni de lejos a lo que logran estos cuatro maestros.
Frases como éstas, me epatan:
«llevan la música clásica un poquito más allá creativamente con su aporte jazzístico»
Ese concepto que es muy válido en el universo del jazz no sirve para la música clásica.Ni Chaikovsky
ni nadie necesita que lo salven, o que lo revisen, o que lo «modernicen» (verbo monstruoso que se suele
utilizar con calzador). Es una obra terminada, redonda y «de autor», hecha de principio a fin, y pulida y
pensada hasta en sus mínimos detalles. Las versiones están muy bien, pero no son Chaikovsky, y no lo mejoran.
(Para que pudieran hacerlo deberían ser Chaikovsky, cosa harto difícil).
«Supongo que si se pusiera a músicos clásicos a intentar «swinguear» esa composición el resultado no se parecería ni de lejos a lo que logran estos cuatro maestros».
Si Chaikovski quisiera que se «swingueara», habría concebido su música de esa manera, cosa que no hizo. Repito que Chaikovski no necesita que lo revisen,
su música está muy pero que muy bien como esta, y eso es entre otras cosas debido a su situación personal, a su vida triste y penosa, hechos que se reflejan en
su música, algo que evidentemente no pueden captar ni entender los músicos de jazz cuando swinguean.
Ups… entonces… ¿por qué no escucho a casi nadie pone el grito en el cielo cuando una obra conocidísima como las Cuatro Estaciones de Vivaldi es interpretada y grabada por orquestas en la actualidad y en su manera más conocida, no de la manera en que la escribió su autor originalmente sino con los arreglos de alguien que decidió de que así la pondría al día? O cuando alguien como Sarasate crea unas variaciones sobre «Carmen» de Bizet… ahora dime que en la música clásica el adaptar una obra anterior es algo que nunca se ha hecho y así nos reímos todos con el chiste.
En todo caso, supongo que si escuchamos atentamente cualquier obra ejecutada por una orquesta, pero también por cualquier agrupación de cualquier tamaño, seguro que hay alguien que puede llegar a fallar en un determinado momento: quizás sea sólo un instante, una nota que apenas se oye, pero que no es perfecta. Un dedo en un instrumento sin trastes como el violín… ¿seguro que el dedo ejerce la presión en la cuerda en el punto concreto en el que va una nota? ¿seguro que ese Si es perfecto y no aparece por ahí un n-avo de tono? ¿Y los instrumentos? ¿Seguro que están afinados perfectamente? ¿Seguro que están construídos perfectamente? Siguiendo con ese razonamiento al final va a resultar que es cierto que las únicas obras de música clásica perfectas son las que no se interpretan… aunque mira por donde y con sus imperfecciones hay interpretaciones maravillosas, canónicas, inmejorables.
Tampoco me gusta que digan que digo lo que no he dicho. En ningún momento digo que estos artistas y creadores son los que salvan, o modernizan o mejoran a Tchaikovsky. Son músicos de jazz tocando e improvisando sobre una música escrita por Tchaikovsky. Y sí, llevan a la música clásica un poquito más allá: la introducen en los terrenos del jazz en el que no todo está escrito, en el que la interpretación depende de las aportaciones individuales de cada uno de los músicos y demuestran lo bien que puede llegar a sonar.
Y no, habitualmente los músicos que interpretan música clásica no lo hacen demasiado bien cuando se les pide que dejen de leer las partituras y que se pongan a improvisar. Y ya no te cuento cuando se les pide que su improvisación tenga un poquito de swing.
Tchaikovski hizo lo que hizo y muy bien hecho está. Pero del mismo modo que hay orquestas clásicas que se dedican a interpretar a los Beatles o temas de jazz o la Macarena (¿alguien se acuerda de Luis Cobos?), tampoco creo que haya tanto problema en que unos músicos de jazz interpreten unos temas de música clásica. Si te gusta y lo disfrutas, perfecto. Si no, tienes otra mucha música por escuchar y con la que disfrutar. Por cierto, ¿qué te ha parecido esa versión -si es que la has escuchado?
Vayamos por partes, que decía aquel:
«¿por qué no escucho a casi nadie pone el grito en el cielo cuando una obra conocidísima como las Cuatro Estaciones de Vivaldi es interpretada y grabada por orquestas en la actualidad y en su manera más conocida, no de la manera en que la escribió su autor originalmente sino con los arreglos de alguien que decidió de que así la pondría al día?»
Pues así no es la cosa, sino más bien al revés, hoy en día si se pone el grito en el cielo cuando se oyen interpretaciones de ese tipo. Las que hicieron Karajan, o Klemperer, o Menuhim en su día hoy están absolutamente desfasadas, nadie en su sano juicio que
pretenda interpretar a Vivaldi lo hacen de esa manera, y si no, observe la de los grupos especialistas en barroco que hoy existen como «Il giardino armónico», o «Academia Bizantina», versiones mucho más cuidadas y respetuosas con el
sonido original, con instrumentos y técnicas históricas.
Y tanto que se pone el grito en el cielo, nadie escucha hoy las versiones de Vivaldi que hacian, por ej «Il Musici», y que son del tipo al que usted alude.
«O cuando alguien como Sarasate crea unas variaciones sobre «Carmen» de Bizet… ahora dime que en la música clásica el adaptar una obra anterior es algo que nunca se ha hecho y así nos reímos todos con el chiste.»
Pues claro que nos podemos reir, y mucho. Que Sarasate haga variaciones sobre Carmen está muy bien, como Rachmaninov sobre temas de Paganini, o Chaikovsky sobre Mozart, y así nos podríamos tirar hasta mañana enumerando.
Pero hay una diferencia sustancial en lo que subyace a esto, y es que ninguno de esos tres músicos que he citado sostendrían jamás que sus versiones «llevan la música clásica un poquito más allá creativamente con su aporte»,
expresión que denota cierto tono de niño sabihondo, eso de «llevar más allá creativamente».
Esos músicos clásicos cuando versionean lo hacen de forma muy respetuosa, sabiendo que su obra es una, y la obra original otra muy distinta, y no llevan «nada más allá».
(Sigue…)
(viene de antes)
La interpretación de una obra clásica es algo muy complejo, y ni mucho menos algo objetivo y valorable de forma absoluta, y no es algo cerrado y ya conseguido, por eso se siguen haciendo versiones continuamente, pero
siempre respetando la partitura original, e intentando llegar y desgranar el significado musical que encierra, no inventando nada.
El músico clásico debe ser respetuoso con el autor, no por falta de imaginación, sino por saber su papel en el proceso.
EL no crea, interpreta.
«Son músicos de jazz tocando e improvisando sobre una música escrita por Tchaikovsky. Y sí, llevan a la música clásica un poquito más allá: la introducen en los terrenos del jazz en el que no todo está escrito, en el que la interpretación depende de las aportaciones individuales de cada uno de los músicos y demuestran lo bien que puede llegar a sonar.»
Eso está muy bien, pero esa música no es Chaikovsky, es otra cosa.
Y los resultados no llevan nada «más allá», concepto por cierto que tiene connotaciones salvíficas y mesiánicas, casi religiosas.
» Y no, habitualmente los músicos que interpretan música clásica no lo hacen demasiado bien cuando se les pide que dejen de leer las partituras y que se pongan a improvisar. Y ya no te cuento cuando se les pide que su improvisación tenga un poquito de swing»
No lo necesitan. El músico clásico está formado para su propio universo, en el que la improvisación no tiene cabida, por lo mismo que he comentado antes. La dificultad para él
estriba en que debe intentar desgranar de forma personal un texto escrito por otro, y sacrificar su personalidad propia en pos de algo «objetivo», como
es el trabajo previo de otro. Debe ser alguien muy respetuoso y humilde, saber su sitio como intérprete, que es muy distinto del del creador compositor.
Lo de Luis Cobos ni comentarlo, y los de las versiones de Los Beatles tampoco, obededen a criterios totalmente ajenos a la música misma.
Que los músicos de jazz versioneen clásicos está muy bien, pero los resultados son en cualquier caso muy dispares:
Duke Ellington-Peer Gynt para tirarlo a la basura.
Miles Davies-concierto de aranjuez idem
Uri Caine-Mahler está muy pero que muy bien.
Lee Konitz-Bartok también muy bien
La que has puesto tú no está nada mal.
En ningún caso «van más allá» de nada. Para eso sólo podría valer la opinión del compositor, y esa no la podemos saber.
Buenas de nuevo. Volvemos a unos cuantos comentarios atrás. ¿Al final los intérpretes de la clásica improvisan o no? Creo que estábamos de acuerdo en que la improvisación era un elemento muy importante en la música clásica hasta el barroco, aunque en la actualidad está ha relegada a un plano muy secundario. Aunque recuerdo que en la actualidad hay algunos casos en que se tiene en cuenta como son esas competiciones de improvisaciones al órgano, algo nada fácil de hacer con arte y gracia. Algo, que por cierto, sí que se enseña en los conservatorios.
Aunque si nos metemos en compositores clásicos contemporáneos, resulta que sí, que la interpretación de una obra queda a la total discreción del músico que la interpreta o incluso de los propios espectadores -¿no iba de eso entre otras cosas un tema como «4:33» de John Cage?- a pesar de que hay unas partituras escritas y unas instrucciones muy precisas. A esa forma de trabajar con las composiciones a mí se me ocurriría llamarlo improvisación y también se me ocurriría decir que es llevar el papel de la partitura en la música clásica un poco más allá, pero es posible que no sea correcto. Ayúdame y dime cómo podría referirme a estos hechos creativos.
En cuanto a que la música que Ron Carter y compañía interpretan, tal y como dices, no sea Chaikovski es muy interesante. No será Chaikovski, pero sí que es de Chaikovski ¿O te parece que envíe un email avisando para que les paguen a ellos los derechos de autor de ese tema? Es que en el disco la pista titulada «March» la están acreditando a… ¡tachán!… Tchaikovski. No sé, pero me da a mí que ante una acusación de plagio de una melodía el argumento de que no se está interpretando como el original no se sostiene ante un juez. No será Chaikovski, pero creo que si es música de Chaikovski. ¡Mira que hay que hilar fino en los argumentos! Dichoso lenguaje.
Y no, perdona, pero no voy de mesiánico ni nada parecido, ni lo intento. Aquí me encuentro en la misma situación que comentaba antes. No encuentro una manera más o menos breve de expresar la idea de que unos músicos están basándose en una obra de Chaikovski, pero que no la están interprentado tal y como la concibió su autor original, sino que la están tocando a su manera e incorporándole elementos ausentes en esa creación original, y que de hecho según mi opinión -totalmente personal y subjetiva, pero mía tras escuchar esa interpretación varias veces, y también escuchar algunas de las muchas interpretaciones del tema que compuso Chaikovski- no se puede -creo- calificar ni que interpreten una composición de música clásica ni que lo hagan según los cánones de la música clásica. ¿Si en vez de hablar de «ir un poquito más allá» escribo que «sacan a Chaikovski de la música clásica» te parece bien? Pensaba que se me entendía más o menos bien, pero está visto que hay que tener mucho cuidado, no vaya a ser que alguien se dé por aludido con una salvación no deseada. Pufff…
En cuanto a las versiones que comentas, pasa como en casi todas las artes: también hay compositores clásicos que lo hacen muy bien y otros que lo hacen fatal y por eso nadie se acuerda de ellos.
Y sí, a mí también me encanta escuchar siempre que puedo interpretaciones de música clásica con criterios historicistas.
Que hoy en día los músicos clásicos no improvisen se debe a aspectos tales como la conciencia de autor, hecho
que se fue fraguando durante bastante tiempo, sobre todo a partir del romanticismo, sobre todo por
temas como derechos de autor y conceptos como autoría personal frente a los demás.
El autor quiso cada vez más, tener control sobre su propia obra y aislarla frente a los abusos y caprichos de
los intérpretes, que deformaban las composiciones buscando, entre otras cosas, el lucimiento personal.
Cage reflexionó sobre esto, y con su ironía habitual planteó esta obra conceptual, no sólo como un replanteamiento
de su papel como compositor, sino como reflexión sobre el silencio en la música, hecho más que interesante, a mi juicio.
Hay intentos por parte de ciertos compositores de dejar cierto espacio para la improvisación controlada, siempre dentro de unos
límites, hecho por cierto que no es nuevo en la música clásica, recordemos, en los conciertos los pasajes llamados «cadencias».
En el sentido opuesto, el sXX ha sido prolífico en composiciones totalmente acabadas, véanse las escuelas vanguardistas tales
como serialismo o su grado extremo serialismo integral. Como vemos, de todo hay, como en botica.
No me cabe duda de que las versiones jazzísticas de Chaikovsky no son Chaikovsky, podrán ser música buena, mala o regular
dependiendo del lugar que las miremos, pero Ch, no.
No me imagino a un juez dictaminando sobre esto, sobre esas cosas ya tenemos bastante con lo del pobre Larry Ochs en Siguenza,
que manda huevos la cosa, como decía aquel.
Efectivamente, hay de todo en la clásica. A mí me encanta, de todos modos, que los artistas -compositores, intérpretes- se cuestionen sus propios papeles.
Permíteme también que no pongamos límites a la imaginación: la realidad se encargará de romperlos. Aunque dictaminar, sí que se dictamina sobre el particular.
Por cierto, ¿estuviste en el concierto famoso en Sigüenza? Manda narices no sólo lo de la denuncia, sino sobre todo lo que se contó en algunos sitios acerca de lo que sucedió.
No estuve en Siguenza, pero sí leí lo que pasó, y es algo que viendo el panorama no me extraña,
que un guardia civil se permita el lujo de dictaminar sobre música es el cénit del despropósito.
Es un episodio más cómico y esperpéntico que real, que demuestra al menos una cosa, el desconocimiento
del que hace gala aquel que pasa en muchos casos por respetable, en este caso el público.