Vitoria, 18 de julio de 2003. ¿Quiénes serán estos suecos que telonean a Pat Metheny? Hora y cuarto después de plantear semejante cuestión, el escepticismo había dado paso al asombro. Gran parte de mis dudas sobre el presente y el futuro del jazz acababan de desintegrarse, y todo ello gracias a la inolvidable actuación de ese trío denominado e.s.t., siglas que escondían el nombre de su líder, el pianista Esbjörn Svensson. Fresco, novedoso, atrevido, el planteamiento de Esbjörn y sus chicos (Dan Berglund al contrabajo y Magnus Öström a la batería) presentaba un aire desenfadado donde la improvisación jazzística se sustentaba sobre un concepto rítmico y armónico cercano al rock, con timbres electrificados y sonoridades encuadrables en la tradición clásica europea. Tres músicos abiertos, de amplio y variado bagaje, capaces de explorar armonías modales con irreverencia o de interpretar a Monk con desparpajo, sin miedo, huyendo de clichés preestablecidos. No fui el único que se hizo con la discografía del trío en ese mismo instante, consciente de haber realizado un gran descubrimiento y de estar ante una banda a la que se presuponía un futuro brillante.
Durante estos últimos años tuve la oportunidad de ver a e.s.t. en directo varias veces más, generalmente tras recorrer cientos de kilómetros: Pontevedra, San Javier, Sevilla, Vitoria otra vez, Madrid. Tal era la asombrosa imaginación con que Esbjörn componía y arreglaba como la espontaneidad con que interpretaba su música en directo, sin repetir un solo, decidiendo el orden de los temas en el momento, haciendo fluir la música con naturalidad y aparente facilidad. e.s.t. permanecía al margen de las críticas (tanto las que les encumbraban como poseedores del Santo Grial del jazz, como las que les tachaban de grupo de new age) y seguía creciendo, conformando un catálogo de CDs memorable e influyendo a tríos de piano de nuevo cuño, hasta el punto que durante esta primera década del siglo XXI se ha llegado a hablar de un movimiento de jazz europeo comandado por Esbjörn Svensson y su trío.
En septiembre de 2006 cumplí un sueño al entrevistar, por teléfono, al pianista. Su sencillez y amabilidad hicieron justicia a la imagen de honestidad y veracidad que transmitía sobre las tablas. Más adelante tuve ocasión de confirmar dichas impresiones en persona, charlando brevemente con él en tres ocasiones. El infortunio ha querido que Esbjörn nos abandone por culpa de un accidente de submarinismo. Sólo tenía 44 años.
En septiembre de este 2008 aparecerá en el mercado el nuevo disco (ya póstumo) de e.s.t., Leucocyte («leucocito»), paradójica expresión de vida. O no tan paradójica, si echamos un vistazo al título de los dos últimos temas del CD: «Leucocyte – Ad mortem» y «Leucocyte – Ad Infinitum». Quizás a veces seamos nosotros mismos los que escribimos nuestro destino, ese destino caprichoso y despiadado que nos arrebató el año pasado a Michael Brecker, y ahora ha obrado la misma suerte con Esbjörn. Se nos están yendo demasiado jóvenes, se están apagando voces demasiado poderosas y con demasiado por decir.
Conservo sus discos, su autógrafo, la grabación de aquella entrevista y, sobre todo, esa tristísima sensación de que jamás volveremos a escuchar una nueva nota de su piano. Hoy somos más infelices. Hoy estamos más solos.
Esbjörn ya no es de este mundo, ahora se encuentra entre los dioses.
Texto © 2008 Arturo Mora Rioja
Foto © 2006 Eva Álvarez
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