- Fecha: Viernes, 04 de octubre de 2013
- Lugar: Jamboree (Barcelona)
- Componentes:
Mark Turner, saxo tenor y composición
Baptiste Trotignon, piano y composición
Comentario:
Hace un par de meses pudimos disfrutar, en pequeño comité, de la notable propuesta del pianista Dan Tepfer (de padres estadounidenses pero nacido en París) con el saxofonista canadiense Ben Wendel, donde desgranaron buena parte de su recomendable Small constructions (2013). Sucedía a pocos días de la inauguración del veraniego Mas i Mas Festival.
Cuando escribimos sobre aquel concierto, hicimos una breve reseña de trabajos discográficos en ese formato, piano-saxo, a los que podemos añadir el que comentaremos, más Songs of Mirth and Melancholy de Brandford Marsalis y Joey Calderazzo, editado en el 2011, y The roots of the blues, de otro buen par de cómplices, Randy Weston y Billy Harper, publicado en éste 2013.
A pocas semanas de la inauguración del primer Jamboree Jazz Club Festival, hemos tenido la oportunidad de asistir, en el mismo escenario, a la actuación de otro interesante y remarcable dueto. La del teclista Baptiste Trotignon con el estadounidense Mark Turner, en la presentación de su reciente Dusk is a quiet place (Naive, 2013).
Para el próximo mes de noviembre y también en la misma sala, está prevista la actuación de otro dueto piano-saxo, repite Dan Tepfer a las teclas pero en esta ocasión con Lee Konitz a las cañas, todo un maestro del saxo alto.
Una formación nada ajena en el mundo del jazz, pero tampoco muy frecuente (aunque la programación des estos últimos meses del Jamboree parezca desmentirlo).
Trotignon y Turner, son dos músicos nada desconocidos en los escenarios catalanes. Menos Mark que Baptiste, por aquello que a nivel jazzístico parece mucho más cercano el otro lado del Atlántico que el de los Pirineos. El pianista francés lo pudimos disfrutar, hace casi un año, en la nueva presentación del sexteto de Marc Miralta, New York Flamenco Reunion, y a Turner, anteriormente, con el trío Fly.
Una vez escuchada la propuesta, y reflexionando sobre ella, podría ser válido valorarla como dos lienzos (uno por cada parte -de sesenta minutos la primera y de cien la segunda-), más allá de pensarla como la concatenación de una serie de temas, con más o menos gusto y/o acertados. Dos lienzos elaborados metódicamente, más a pincel que a espátula, de trazados suaves, alejados de cualquier “action painting” (de espontaneidad colérica). De líneas ondulantes y continuas, con un cromatismo más próximo a la paleta de Camille Pissaro que a de la August Renoir, por utilizar dos pintores impresionistas, y sólo al final, visto con la perspectiva suficiente, eras, en parte, consciente de lo expuesto en cada uno de los dos formatos. Parecidos pero con concepciones y percepciones distintas, en el segundo con algunos trazos, pocos, más musculosos.
Fueron desarrollando parte del material grabado en su primer trabajo en común, compaginándolo con otras partituras. Escritura e improvisación, desde temas clásicos, Bach y Shostakovich, hasta composiciones propias. Todo bajo un concepto que podríamos calificarlo de cámara, con plena cavidad para la clásica, el jazz y alguna que otra pincelada blusera. Sutilmente “andabile”, de pulsación firme y variable, con un Mark Turner menos introspectivo y quebrante, de lo que nos tiene normalmente acostumbrados, así como un Trotignon que en un par de frases podía pasar de un estilo a otro, como si todo formara parte de uno solo, como un verde que se funde en azul para retomarse nuevamente en su tono inicial.
Como viene sucediendo, demasiado a menudo, en los últimos tiempos en la capital catalana, la respuesta del público fue pobre, unas veinticinco personas en la primera parte y casi el doble en la segunda (teniendo en cuenta que algunos repetíamos). A pesar de ello otro notable concierto, disfrutado en la corta distancia, a sumar, más allá de las diferencias conceptuales, a los de: Dan Tepfer & Ben Wendel, Bojan Z, Kris Davis-John Hébert-Tom Rainey, Myra Melford & Ben Goldberg y Guillem Callejón & David Soler. Propuestas que dan prestigio a cualquier sala que los programe. Aunque sólo de prestigio no se pueda vivir.
Texto y fotografías: © Joan Cortès, 2013
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