Una música como la de Coleman, que depende tanto de los reflejos y contiene tan pocas protecciones para sus intérpretes, arriesga mucho y exige músicos inspirados. Y en su música no existe el elemento sobrante que se aprecia en la de algunos de sus seguidores más jóvenes, cuya música depara tres minutos excelentes tras veinte de esforzada escucha.
Martin Williams