- Fecha: Jueves, 2 de mayo de 2013
- Lugar: Jamboree (Barcelona)
- Componentes:
Miguel Zenón: saxo alto y composición
Laurent Coq: piano y composición
Dana Leong: violoncHelo y trombón
Dan Weiss: batería y tabla
Comentario:
Como ya es sabido, en este 2013, se celebra el cincuenta aniversario de la publicación de una de las grandes novelas de la literatura en castellano, Rayuela, del escritor argentino Julio Cortázar (1914-1984).
Como también es público, Cortázar fue un amante del jazz, dejando en algunos de sus escritos una buena muestra de ello: “la libertad auténtica -eso que el jazz alude y soslaya y hasta anticipa-“, “el jazz me enseñó cierta sensibilidad de swing, de ritmo, en mi estilo de escribir”, “creo que el free jazz es como una corrida de toros. Hay momentos de una perfección absoluta luego cacofonía”, “la única música universal del siglo, algo que acercaba a los hombres más y mejor que el esperanto, la Unesco o las aerolíneas”, “una música que permite todas las imaginaciones”. Entre los amantes de esta música, pocos deben ser los que no conocen el célebre relato corto, “El perseguidor”, inspirado en uno de sus grandes revolucionarios, maestro de maestros del saxo alto y uno de los arquitectos del “Bebop”, Charlie Parker.
Poco antes del inicio de la actuación, en la cava subterránea, del Jamboree, el editor Carles Alvárez, comentó que Aurora Bernández -viuda de Cortázar y heredera universal de su obra-, presente en la sala, había declinado todas las propuestas recibidas para llevar la novela al cine, aunque accedería sólo en el caso que el responsable de hacerlo fuese el director norteamericano Martin Scorsese (todo sea dicho de paso y, especialmente, a tenor de su último trabajo, Hugo -2012-, esperemos que no le pase por la cabeza realizar ninguna adaptación de la obra del argentino. El supuesto homenaje a George Méliès, ha queda chato y cansino, con una extenuante utilización de efectos visuales digitales).
La novela de Cortázar, a pesar de los cinco decenios transcurridos, no deja de resultar compleja. El autor ofrece dos posibles lecturas, una de forma continuada, del capítulo 1 al 56, dándola por terminada aquí, y la otra, alternando la lectura de los capítulos según el orden preestablecido por el novelista, (73, 1, 2, 116,…).
La señora Bernández, al concluir el primer pase, nos explicó a los asistentes, que cuando vivían en París, Cortázar adquirió una trompeta. La señora, española, que la ayudaba en los quehaceres domésticos, al oír los resultados musicales, le comentó a Aurora que ella vivía un caso similar con su marido, al cual le gustaba mucho bailar, y aunque la pisaba a menudo, ella no le decía nada, porque lo veía muy feliz. Posteriormente, el novelista, abandonó el instrumento debido al tiempo que tenía que dedicarle, tiempo, que a su vez, tenía que restarlo de sus escritos.
El pianista francés Laurent Coq y el saxofonista portorriqueño Miguel Zenón, han querido ofrecer su singular homenaje a Rayuela. Primero, con la edición del disco homónimo, con diez títulos que hacen referencia a algunos de los personajes, situaciones o lugares principales de la novela. Segundo, con la puesta en directo del proyecto y como sucede, casi siempre, en el mundo jazzístico, crece, se recrea, expande y toma su máximo sentido al establecerse la correspondiente comunión con el público.
En Jamboree interpretaron nueve de los diez temas. En el primer pase, siguieron casi el orden estricto de la primera parte del disco, pero en el segundo alteraron, o mejor dicho, alternaron por completo el orden de los temas restantes, no sé si como un pequeño homenaje a los dos procesos sugeridos para la lectura de la novela, si más no, dio esta impresión, potenciando a su vez el concepto de collage, que también contiene la obra literaria. En la primera parte interpretaron “Talita”, “La muerte de Rocamadour”, “Buenos Aires” y “Morelliana”, en la segunda fueron “Traveler”, “Oliveira”, “La Maga” y “El club de la serpiente”, dejando “Berthe Trepat” para el bis. De los aún no setenta minutos del disco pasamos, de largo, a los ciento cincuenta del concierto.
El Rayuela de Coq y Zenón destaca por su elaborado, rico y variado proceso de escritura, un conjunto de partituras actuales y complejas, sin concesiones gratuitas ni guiños superficiales. Un homenaje más cercano al cúmulo de inspiraciones generadas por la lectura o lecturas de los capítulos de la novela, que el de la búsqueda de una, factible y difícil, por no decir imposible, transcripción diegética. La propuesta también destaca por una concepción atípica de la formación de cuarteto, especialmente por el desdoblamiento instrumental de los dos acompañantes, cómplices, activos y totalmente imprescindibles por todo lo que aportan al proyecto. Dan Weiss a la batería y tabla, Dana Leong al trombón y violonchelo –ya sea tocándolo como tal, como substituto del contrabajo o extrayéndole rasgueos cuasi guitarrísticos, sin olvidar la pertinente utilización de los pedales-. Weiss que iba alternando la batería con la tabla, el taburete con el suelo –desplazando y reagrupando algunos elementos de su batería, para mejor ubicarse en el reducido espacio del escenario del Jamboree-, posee una forma peculiar de concebir el tempo percusivo, lo desmenuza en fragmentos, cambios y silencios, así como trazos que podríamos calificar de melódicos, de tempo contemporáneo y swing visceral, impactante e impecable, abierto, repleto de detalles y sumamente colorista.
Se trata de un concepto de grupo, realizado por cuatro grandes instrumentistas, muy musicales, al servicio de la obra, donde las aportaciones individuales están en función del enriquecimiento del discurso de los temas, más que para el lucimiento individual, que lo hay, que está implícito.
Los dos titulares del proyecto, Coq y Zenón, se reparten la autoría de los temas, aquí también, de forma particular. El francés es el responsable de los temas relacionados con Buenos Aires, y el portorriqueño con los de París. Manteniendo en ambos casos el papel de foráneo, el de ver las cosas con ojos diferentes y a su vez apreciando lo que para un nativo ya resulta transparente o invisible.
En este trabajo, el directo de Zenón, introduce pasajes más pausados y melódicos, de los que nos tenía habituados, resultando mucho más lírico, menos anguloso y basculante, para de cuando en cuando dejar florecer libremente algunas de sus descargas marca de la casa. Un Zenón más aposentado y, a su vez, más variado. Laurent Coq, fue el más introvertido de los cuatro, de rostro impasible, perfecto controlador de todo el armazón, con acompañamientos introspectivos, sutiles y detallistas, con unos solos de similares características.
Una colección de temas, que estructuran y conforman una obra compleja, con mucha información, toda ella notable e interesante, difícilmente asimilable en una sola ocasión, y tal como sucede con el disco, cada nueva audición aporta nuevas apreciaciones, nuevos detalles.
Tanto Aurora Bernández como Carles Alvárez, a lo largo del primer pase, así como al final del mismo, mostraron en sus rostros una notable satisfacción por la propuesta de estos cuatro “escritores” e improvisadores musicales.
Texto y fotografías: © Joan Cortès, 2013
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