No recuerdo cuándo fue la primera vez que escuché a Cifu. De hecho dudo que hubiera una primera vez. Su voz sabia y cercana ha formado parte de mi subconsciente desde que tengo uso de razón. Tanto en mi caso como en el de otros miles de aficionados, su buen gusto y sus cadenciosas explicaciones fueron el faro que iluminó el descubrimiento más importante de nuestras vidas. Para Cifu cada detalle era trascendente. Desgranaba los temas que reproducía con la minuciosidad de un orfebre, dejando claro que el jazz no es una música de fondo, sino un estilo de vida.
Sus programas de radio nos presentaban a músicos conocidos y no tan conocidos, nos hacían entender la estructura de los standards, invitaban a apreciar el trabajo de las secciones rítmicas; pero también iban más allá de la música: nos ubicaban en épocas y lugares, nos integraban en una comunidad de oyentes que no existía físicamente (qué duro era ser aficionado al jazz antes de Internet), nos invitaba a mantener un espíritu crítico y a luchar por lo nuestro. Después llegó la televisión, el mítico Jazz entre amigos y esas horas que robábamos al sueño para poder disfrutar de nuestra descarga semanal. Todo un lujo.
Y no acaba ahí la cosa. Además de presentaciones y conferencias, el legado de Cifu incluye objetos míticos del imaginario jazzístico nacional como los fascículos y CD de El Gran Jazz, las notas al libreto del legendario Pedro Iturralde Quartet featuring Hampton Hawes («Yo estuve ahí») y la traducción y adaptación de Los grandes creadores del jazz, posiblemente el primer libro que leí sobre el género.
Tuve el grandísimo honor de compartir aparición con Cifu en el documental Jazz en España (https://vimeo.com/36538029). El pasado 12 de febrero charlé brevemente con él antes de ver un concierto en el madrileño Bogui Jazz. En el descanso, casi de forma obligada, Cifu tomó el micrófono y pronunció unas palabras sobre su recién recibida Medalla de Oro al Mérito a las Bellas Artes. «Mi mujer se queja: «Otra cosa que limpiar»». Genio y figura hasta el final.
Cifu ya no está, pero su voz inconfundible seguirá sonando en las cabezas de los aficionados por mucho tiempo. Transmitió sus enseñanzas como un buen maestro y, aparte de recuerdos y enseres varios, siempre nos quedarán sus expresiones de afecto: «Besos, abrazos, carantoñas y achuchones múltiples para todos. Que seáis buenos».
© 2015 Arturo Mora Rioja