Muchos artistas han alardeado de “padecer el blues”. Bien es cierto que parece un manido cliché. Uno de los más enarbolados a lo largo de este siglo de música popular. Músicos de mayor o menor tallaje han narrado este sempiterno hastío de la vida. Desde Nina Simone a Ottis Redding pasando por Mississippi Fred McDowell. Sentir el blues es una defensa contra la represión y la injusticia. Es una defensa contra los avatares del destino. Huelga añadir que no es una costumbre con un único epicentro. España goza de tradición de blues. Eso sí, en clave de seguiriyas.
Pese a eso, el blues no siempre ha de suponer tristeza o pesar en lontananza. A veces entraña lo contrario. Es la lección que nos dan The Microscopic Septet con este The Micros Play the Blues. Los neoyorquinos saben lo que se traen entre manos. No en vano, su experiencia de treinta y siete años les avala. El conjunto liderado por Phillip Johnston y Joel Forrester vuelve a publicar disco de estudio tras ese aclamado Manhattan Moonrise de 2014.
Son los mismos de siempre haciendo lo mismo de siempre: Johnston al soprano, Don Davis al alto, Mike Hashim al tenor y Dave Sewelson al barítono. A este cuarteto de saxofonistas se les une Joel Forrester al piano, Dave Hofstra al bajo y Richard Dworkin a la batería. Ostentan el priviliegio de ser la mejor banda desconocida de jazz de todo el Downtown de Nueva York. Toda una leyenda de la noche ochentera. Los Microscopic siguieron el testigo de coetáneos como John Zorn y brindaron grandes y ecléticos discos de jazz contemporáneo.
The Micros Play the Blues constituye una deconstrucción del blues. Se erige como un canto a la vida. Un ejercicio magistral de compenetración musical a través de catorce temas. Un álbum pleno en intelectualidad técnica y ambición juvenil. Comienza a rodar el disco con una sensual “Cat Toys”. El teletransporte a los bajos fondos de la Gran Manzana es instantáneo. Forrester ejecuta a la perfección, en compañía de sus adláteres, un buen blues en si bemol.
La reminiscencia a jazz añejo es constante en todo su recorrido. De igual modo, las referencias son inagotables. Todas ellas buenas. “P.J in the 60’s” podría haber salido de la batuta de Oscar Peterson sin problema alguno. “When It’s Getting Dark” auna el ritmo bailable de un medio tempo rock n’ roll con la anarquía del Blues and Roots de Mingus. Otras composiciones como “Simpled Minded Blues” o “12 Angry Birds” invitan a un baile de medianoche. La materia prima es de exquisita calidad, sin duda.
La sorpresa del disco es “I’ve Got A Right to Cry”. Una versión importada de la misma big band de Duke Ellington. Si se es exacto, del conjunto de rhythm and blues de Joe Liggins y los Honeydrippers. El tema fue todo un clásico en las gramolas de medio siglo estadounidenses. Es un detalle a agradecer al Microscopic Septet el haber rescatado dicha joya.
The Micros Play the Blues es una oda al optimismo y al buen rollo de la pista de baile. Por otro lado, es un recordatorio del jazz de vieja guardia. No se respeta en escrupuloso homenaje a los clásicos, es cierto. Sin embargo, Johnston comanda al detalle a la banda para alcanzar la meta en tiempo record. Swing, big band y el bop más primitivo. Y blues, mucho blues. El suficiente para otorgar sobresalientes a unos Microscopic Septet muy rejuvenecidos. Way to go, folks!
Tomajazz: © Cool Cat, 2017
The Microscopic Septet: The Micros Play the Blues
Phillip Johnston(saxofón soprano), Don Davis (saxofón alto), Mike Hashim (saxofón tenor), Dave Sewelson (saxofón barítono), Joel Forrester (piano), Dave Hofstra (bajo), Richard Dworkin (batería)
«Cat Toys», «Blues Cubistico», «Dark Blue», «Don’t Mind If I Do», «igraine Blues», «PJ in the 60’s», «When It’s Getting Dark», «Simple-Minded Blues», «After You, Joel», «12 Angry Birds», «Quizzical», «Silent Night», «I’ve Got A Right To Cry
Cuneiform Records, 2017.