Esto no es una reseña de un disco. Para que lo fuera tendría que haber música. Lo que el lector tiene delante es un anásilis de una obra conceptual. El objeto que nos ocupa forma parte del llamado «arte de acción», en este caso representar algo vivo que muere al ser representado. Es, para entendernos, una «performance» que dura lo que dura el disco original de Miles Davis: en torno a los 45 minutos y 4 segundos, dependiendo de la edición. Ese es el tiempo que conforma lo que por todos es considerado «un clásico» de creatividad y belleza irrepetibles, un trabajo que pertenece y está inserto en la memoria colectiva de nuestra civilización como lo puedan estar los Beatles o Bob Dylan, porque tras de sí todo cambió, alumbrando dentro y fuera del género que lo hizo posible.
«No existen nuevos comienzos para el arte», George Steiner abre así su riguroso y lúcido ensayo Gramáticas de la Creación. Esta versión de MOPDTK no es una ni una re-visión ni una interpretación, sino una lectura milimétrica del original. Lo que pretende es, justamente, sentenciar la obra, despojarla de lo que más la define, que es su sonido, el clima, el espacio, lo intangible, su significado, para reducirla a un ejercicio intelectual y técnico-virtuoso, un desafío, una competición, un trabajo de cirugía en el que se disecciona cada instante, cada una de sus melodías, solos y detalles pequeños que la han hecho grande: le roba el alma para dejarla en su significante musical.
Decía Picasso que «el arte es una mentira que nos hace darnos cuenta de la verdad». Una reflexión que otro gran maestro del siglo XX como Orson Welles llevó al cine en la genial y poco conocida obra F for Fake (1975), donde, tras haber cometido su propio «fraude» con la versión radiofónica de La guerra de Los Mundos (1938), haciendo uso de una gran destreza plástica y avanzada edición de imágenes, Welles recorre los pasos de un famoso falsificador de arte. Y…¿verdadero, falso, réplica?
MOPDTK, posicionándose en la frontera entre el pop art y la posmodernidad hecha con rigor (menos mal), ya había tratado esta idea de la réplica, del clonar imágenes de cierto peso histórico en sus portadas. Intentaban quizá con ello enterrar el concepto de obra maestra que conllevan las fotografías del Köln Concert de Keith Jarrett en The Coimbra Concert (2012), Out of the Afternoon de Roy Haynes en Forty Fort (2010) y This is our music de Ornette Coleman en This is Our Moosic (2008). Una performance hecha imagen y protagonizada por todo el grupo, los cuatro, que ahora han duplicado en sonidos con Kind of Blue.
Disponiendo de pocas oportunidades de ser promovido en directo (mejor sería una instalación en el MOMA, aunque la imagen superior lo desmienta), con aún menos éxito de venderse como producto discográfico, Blue es simplemente arte conceptual, consecuencia de una postura trasgresora que entierra los pilares creativos de no repetirse del jazz. El jazz y su conciencia ninguneadas, replicadas…. Aquí lo importante no es qué vamos a decir nuevo hoy, sino que lo que se dice ya se dijo y vamos a intentar repetirlo palabra por palabra. Un trabajo propio de niños prodigio: transcribir y luego reproducir nota a nota, entonación a entonación, golpe a golpe de batería.
Kind of Blue al completo pero envasado al vacío, sin alma, sin el aliento de sus hacedores…Una radiografía desnuda. Esto o es una inocentada propia de genios que aún gustan de presumir de inteligencia frente al espejo o encubre una lección a todos aquellos que pretenden aprenderse de memoria los solos de los gigantes sin encontrarse a sí mismos. Juzguen ustedes.
© Jesús Gonzalo, 2014
Mostly Other People do the Killing: BLUE
Músicos: Peter Evans: trompeta; Jon Irabagon: saxo alto y tenor; Ron Stabinsky: piano; Moppa Elliott: bajo; Kevin Shea: batería.
Lista de temas: «So What»; «Freddie Freeloader»; «Blue in Green»; «All Blues»; «Flamenco Sketches».
Sello discográfico: Hot Cup Records