La madre de Whistler
Por Gonzalo Aróstegui Lasarte: novelista y autor del blog Ragged Glory
Has posado sentada
para que tu hijo te pinte,
sin saber que vas a prefigurar
a Mondrian, a Malévich,
a todo el arte abstracto que surgirá
—violento y extraordinario—
el siglo que viene.
Tu mirada, tu postura y tu ropa
son una abstracción de la madre,
de la humanidad toda,
tan negra,
tan pendiente de un hilo,
tan digna en su sinsentido
y en su no destino.
Has posado sentada
para que tu hijo pinte
su obra maestra,
no para que te retrate.
Pero tú no lo sabes,
no sabes que aquél
al que has dado vida
te está dando eternidad
por motivos estéticos
que juzgará el futuro,
y que quedan muy lejos
del amor que sientes por él.
¡Qué perfección,
qué belleza,
qué sobriedad!
La de la madre, la del cuadro,
la del cuadro, la de la madre.
El tiempo detenido (y aniquilado)
analizado por el tiempo transcurrido
para llegar a este equilibrio
austero y geométrico
que es álgebra antes que arte.
© Gonzalo Arístegui Lasarte