|
|
Christian Steulet: ¿Cuando “caíste”
en la música?
Marc Ducret: Al principio, no quería en absoluto
hacer música. Mi entorno familiar no es ni musical ni artístico.
Me puse a tocar la guitarra de niño porque todo el mundo
la tocaba. Quería acompañarme para cantar un poco,
sin siquiera plantearme la idea de que se convirtiese en algo serio.
Más tarde, en la universidad, alguien me propuso realizar
una sustitución en un grupo de rhythm’n’blues
que tocaba para bailar. Era un grupo bastante bueno y me fui con
ellos de gira. Tuvimos muchos problemas y estuvimos de gira durante
casi un año. Cuando regresé, no se me pasaba por la
cabeza volver a la universidad ya sólo sabía tocar
la guitarra. Y ya no paré desde entonces...
Christian Steulet: Te defines como un autodidacta. ¿Que
representó esta forma de aprendizaje?
Marc Ducret: Representó dos cosas. Primero,
una especie de frustración en comparación con gente
que uno supone tiene unas bases sólidas, enseñadas
de forma inteligente y no recogidas anárquicamente en discos
o a merced de errores. Luego –y esto lo entendí más
tarde– el hecho de que todas estas cosas recogidas aquí
y allá, las aprendí de verdad. No teóricamente,
sino de forma absoluta. La mayoría de las veces, recibiendo
grandes ostias, ¡lo recuerdo muy bien! Hay muy pocas cosas
que poseo en este oficio, pero las que poseo, me las he apropiado,
y sé por qué (risas).
Christian Steulet: ¿No fue, en cierto modo, una vuelta
a la tradición oral del jazz?
Marc Ducret: Yo no uso el término jazz.
Es una palabra que no me gusta. Y la improvisación no me
interesa más que otras cosas. Improviso o no: no me molesta
tocar un concierto entero de música escrita. Pero es verdad
que lo oral, la memoria, tienen un protagonismo importante en mi
manera de practicar la música. Si me hubieran enseñado
a leer y escribir música cuando tenía cuatro años,
tal vez utilizase menos mi memoria.
Christian Steulet: ¿A partir de qué momento
empezaste a componer y a actuar con tus propios proyectos?
Marc Ducret: Empecé a escribir pequeñas
cosas, elementos de formas copiados de gente que admiraba, hacia
los 18 o 19 años. No he dejado de hacerlo, pero hay muchas
cosas que nunca he utilizado. No tengo un cariño especial
por mis propias obras. Sencillamente, si hay un problema rítmico
que me divierte y no hay piezas disponibles que me ayuden a resolverlo,
pues compongo una. Pero no tengo la impresión de levantar
catedrales. ¡Hago pequeños Mickey Mouse! En cada nuevo
proyecto, intento hacer algo diferente. Cada uno de mis discos es
diferente de los anteriores. No hay nada peor, a mi modo de ver,
que la monotonía. El intento de repetir las mismas cosas,
si no está subordinado a una meta muy precisa, me aburre
bastante rápidamente.
Christian Steulet:¿Cuáles han sido hasta ahora
tus trabajos a tu nombre?
Marc Ducret: He hecho bastante cosas en trío, con
contrabajo y batería, y también varios quintetos,
en especial con piano y trombón. Era un grupo llamado “News
From The Front”, con percusiones, guitarra, trombón
y trompeta, con Yves Robert y Ralph Robertson (1). Ha habido otros
muchos proyectos pero, desde hace un tiempo, actúo fundamentalmente
en solitario y con mi nuevo trío con Bruno Chevillon al contrabajo
y Eric Echampard à la batería. Con este trío
he grabado mi último disco y saldré de gira con ellos
cuando haya terminado ésta. Por lo demás, siempre
tengo dos o tres cosas sobre el fuego, dúos y proyectos con
Tim Berne. Tenemos varios otros encuentros previstos este año,
por ejemplo, una música que escribió para un cuarteto
de saxos suizo, el “Arte Saxophone Quartet”.
Christian Steulet: ¿Cuál el punto de partida
del trío con Tim Berne y Tom Rainey?
Marc Ducret: Son dos músicos que conozco
desde hace ya 12 años. Trabajé con Tom Rainey en Alemania
y me dije que alguna vez tendríamos que hacer algo en trío.
Dimos un concierto cerca de Lyón, hace 3 años. Las
cosas salieron bien y grabamos un disco en directo en los Instants
Chavirés en París (3). Sólo tocamos tres conciertos
y cada uno volvió a sus cosas. Como los promotores no se
pelean para organizarnos giras, decidimos reunirnos para una serie
más larga de conciertos y grabar un nuevo “Big Satan”,
ya que Tim Berne y yo tenemos bastantes nuevas piezas. El simple
hecho de que no hayamos trabajado desde mucho tiempo y que estemos
satisfechos con el trabajo realizado hoy demuestra que existe una
química que funciona bien entre los tres.
Christian Steulet: En efecto, me impresiona vuestra fuerza
de convergencia durante el concierto. ¿Es algo trabajado o
espontáneo?
Marc Ducret: No hemos trabajado este aspecto, pero
forma parte del modo que tenemos, Tom , Tim y yo, de contemplar
la música. Creo que cada cual en su rincón debe tener
esta facultad. Para nosotros, hacer música tiene que significar
esto, porque sin trabajarlo realmente, muchas veces esto es los
que se produce cuando actuamos juntos. Las tensiones se resuelven
siempre en esta convergencia, tocando para nosotros mismos o ante
un público.
Christian Steulet: Comparándote con un músico
que me encanta, Ornette Coleman, encontré en vuestro concierto
el espíritu de la harmolodía. ¿Ha tenido importancia
esta escuela para ti?
Marc Ducret: Conozco muy poco a Ornette Coleman
y no he tenido la oportunidad de trabajar con él. Pero me
parece que la harmolodía puede ser una manera de hacer música
para mí. Hay varios modos de hacer ruido de modo significativo
y muchos músicos con quienes he trabajado tienen la facultad
de juntar expresiones a priori bastante diferentes. En el fondo,
siempre es lo mismo: trabajamos con formas de expresión,
objetos sonoros. El objeto sonoro no es lo más importante,
sino la manera que tenemos de acompañarlo, de llevarlo a
algún sitio. La sinceridad y la honestidad tienen mucho que
ver en este proceso. Un mismo ruido puede significar cosas radicalmente
diferentes.
Christian Steulet: Cuando compones para este trío,
¿traes composiciones muy terminadas?
Marc Ducret: Son composiciones muy terminadas porque
en estos momentos es mi modo de trabajar. Y también porque
se necesita un cierto equilibrio: no puedo aportar una forma standard
o abierta. Me parecería inoportuno tocarla junto con una
pieza de Tim Berne que dura 35 minutos y que es una larga suite
con muchas partes escritas. No porque sea estúpido combinar
algo escrito y algo improvisado, sino porque nuestra manera de trabajar
juntos consiste en combinar partes muy organizadas con partes mucho
más indefinidas durante las cuales tenemos que encontrar
juntos la manera de llevar al oyente hasta la próxima página
escrita. Me parecería un poco extraño en este proceso
considerar como terminado algo que justo después haríamos
oír como una improvisación o una transición.
Pero bueno: digo esto tal vez porque estoy metido dentro. Me gusta
componer formas que dejo abiertas para la interpretación
de los demás. Pero la verdad es que no tenemos mucho tiempo
para ensayar y organizar las cosas. Por tanto, está bien
estar suficientemente organizados...
Christian Steulet: ¿Es específico de tu trabajo
en trío esta labor de arquitecto, de organizador de ambientes?
Marc Ducret: Completamente. Estamos siempre construyendo
o deconstruyendo cosas, planos sonoros. Es casi la base de nuestro
trabajo. Mi preocupación es la misma cuando trabajo con mi
otro trío: organizo planos sonoros para los demás.
Es lo contrario de John Abercrombie, por ejemplo. Él parte
de unos planos fijos y realiza variaciones. Sus variaciones son
apasionantes en la medida en que el plano no se mueva. Mientras
que para nosotros, las variaciones son las del plano, incluso si
la expresión puede coincidir. Si alguien transcribiera las
notas, estoy seguro de que encontraría a veces dos frases
idénticas, pero enfocadas de manera radicalmente diferente.
Es como en el cine: trabajo sobre las luces y los planos. Contemplo
realmente mi música como la dirección en cine.
Christian Steulet: ¿Tienen un protagonismo importante
los elementos extra-musicales cuando empiezas una nueva “puesta
en escena”?
Marc Ducret: Todo el rato. O bien he hecho mucha
música “programática” sin dar el programa,
lo que no es nuevo. Y en los otros casos, siempre tengo un programa.
Hay siempre un punto de partida que, en mi caso, a menudo es literario.
Hay referencias constantes, que son a veces sonoras o discográficas,
pero que intento atenuar luego. Hay temas enteros donde se pueden
encontrar millones de citas. Pero como estas citas están
sacadas de su contexto, no son audibles. Se desvanecen y yo soy
el único que puede reconocerlas. Pero es muy importante para
mí. Es una manera de recoger elementos y hacer un collage.
El resultado no salta a la vista porque proviene de universos diferentes.
Es algo que me gusta mucho.
Christian Steulet: ¿Es un trabajo de sampleo sin
los medios de la electrónica?
Marc Ducret: Me parece que hay una cosa bajo el
hueso del cráneo, una herramienta más potente que
varios McIntosh... La memoria es una cosa, pero mi trabajo recurre
esencialmente a la memoria sensorial. La memoria del hecho no es
memoria. La verdadera memoria, es la que duda si se acuerda realmente
del hecho, que no sabe si lo soñó. Es la que atribuye
una sensación a unos datos en bruto. Por eso el trabajo realizado
a partir del ordenador me interesa bastante poco. O bien este trabajo
debe ser modificado por algo más vivo, mucho más deslabazado.
Christian Steulet: ¿Compones también para
grandes formaciones?
Marc Ducret: Durante dos años y medio tuve
una orquesta con diez músicos. La orquesta se llamaba “Seven
Songs” y el programa “From the Sixties”. Me encantaba
esta formación porque funcionaba a partir de recuerdos de
canciones que escuchaba en los años sesenta. Todo tipo de
canciones... La composición era un juego a partir de dichas
canciones. Claro está, el resultado se alejaba bastante de
los originales, lo que planteó problemas divertidos a algunos
organizadores o a ciertas personas entre el público que creían
que íbamos a tocar “Abbey Road” tal cual, con
los coros. Me gustaba mucho hacerlo y acabo de escribir una música
para un quinteto con dos pianos, trombón bajo y una cantante
lírica. Si me das la pasta, me lanzo a crear una música
para una orquesta ilimitada. ¡Adoro esto! Pero la mayoría
del tiempo, es una cuestión de medios.
Christian Steulet: ¿Diferencias entre la composición
y la improvisación?
Marc Ducret: Para nada. Sinceramente, no logro
considerar la improvisación como una composición tocada
muy rápidamente, que deja poco tiempo a la corrección.
A partir de esto, hay varias consecuencias que conocemos, muchos
matices en la manera en que uno toca, en la interacción con
los otros músicos. Siendo un poco quisquillosos, se puede
encontrar lo mismo en Schubert, pero a más largo plazo. Es
la cuestión de la elasticidad de la reacción. Dicho
esto, no estoy en absoluto de acuerdo con los discursos sobre la
espontaneidad de la improvisación y el lado anquilosado de
la composición. ¡Hace mucho que esto se terminó!
Christian Steulet: ¿Cuándo empezaste a actuar
en solitario y por qué?
Marc Ducret: Bastante tarde, empecé hace
cinco años y ahora tengo 42. El solo me apasiona porque es
un trabajo completamente diferente. El interés profundo está
en la gestión de la duración. Sería totalmente
falso decir que dialogas contigo mismo, ya que estás solo
–de hecho, tu discurso rebota contra la nada: un silencio
al tocar en solitario no tiene nada que ver con un silencio en trío.
Un silencio en trío, incluso si los otros tampoco tocan,
es un silencio compartido. Mientras un silencio en solitario, es
algo extremadamente expuesto. Es precisamente lo que quiero mostrar.
He hablado de ello con varios músicos que han tenido esta
experiencia y sé que uno a menudo se siente asfixiado por
el hecho de tocar en solitario. Uno está ahogado por el tiempo
que pasa y la necesidad de hacer algo. Si te callas, el silencio
queda registrado: la música se convierte en silencio y ya
no en la espera de algo. Esto da otra dimensión a los planos
sonoros: se puede jugar con muchos puntos de vista diferentes, con
la velocidad, el tempo, la intensidad. Al tocar en solitario, trabajo
todavía más el aspecto rítmico de las cosas
que con las demás formaciones. A priori, uno tiene el derecho
de hacer cualquier cosa. Me he impuesto una pequeña limitación,
una coacción, porque creo en la coacción como un factor
que genera energía, sobre todo en las obras que permiten
varias improvisaciones. Mi coacción al tocar en solitario,
es trabajar más sobre células rítmicas que
sobre temas realmente elaborados. Exploro mucho menos las formas.
Intento hacer oír cómo puede desarrollarse una célula
rítmica para convertirse en otra cosa. (4)
Christian Steulet: Hay un lado calidoscópico en este
trabajo...
Marc Ducret: Todas las artes en las que el tiempo
pasa, las “performing arts”, la danza, la música,
el teatro, tienen algo de calidoscópico, ya que el tiempo
pasa a la vez que uno disfruta de otra cosa. Es totalmente diferente
de las bellas artes en las que se ofrece una obra acabada. Lo maravilloso
es poder jugar con el hecho de que se toca una cosa una vez y no
dos. Lo que se toca una segunda vez, es como los conejos que se
reproducen, es una cosa que se toca ahora pero una cosa que ya se
ha oído. ¡Así que no es la misma cosa! Es algo
que ya pasó. Y el calidoscopio en todo esto... cuando es
Mozart, no está nada mal, cuando es una obra de Molière,
puede ser formidable. Pero cuando es Stravinsky o Bartok, alcanza
un nivel maravilloso de complejidad que se convierte en algo totalmente
transparente. Está tan bien acabado que tiene un aspecto
un poco descuidado, esta manera de demostrar que este pasaje también
tiene 354 compases, de casi disculparse de haberse visto obligado
a respetar ciertas formas únicamente para que el edificio
no se derrumbe. Esto puede llevar muy lejos y producir obras de
arte extraordinarias.
Christian Steulet: ¿Cuál es para ti la diferencia
entre oyentes y público?
Marc Ducret: Público, es un término
de vendedor, de comerciante. No hay ningún problema en vender
música y discos pero no es mi oficio. El público son
compradores potenciales, un conjunto de gente que se consideran
o son considerados como consumidores. No es lo que quiero transmitir
tocando música y por esto prefiero considerar a la gente
como oyentes. Se tiene tendencia a olvidar dos o tres pequeñas
cosas: primero, en concierto, la calidad de escucha es primordial.
No soy un hippie pero hace 25 años que actúo sin parar.
He comprendido que la gente que tiene una actitud abierta, justa
y sencilla, que se sienta y escucha, realiza un acto musical esencial.
No parece gran cosa, pero con esto es con lo que se hace música.
Es esto de lo que me sirvo. Cuando no lo tengo, toco y lo doy todo,
pero me encuentro con un muro delante mío. Incluso cuando
no tengo un público de especialistas, la calidad de escucha
enriquece siempre aquello que circula entre la gente y yo. Lo otro
que la gente no suele saber, y que nos guardamos mucho de decirles,
es que el primer oyente de la música soy yo. La primera persona
que oye la música es siempre quien la toca. Me doy cuenta
entonces de si lo que toco corresponde de lejos o de cerca a lo
que tengo ganas de hacer y esto ya es un juego calidoscópico.
Y por eso no me gusta hablar del público porque sé
que hay al menos una persona que va a oír la música
y soy yo.
Christian Steulet: ¿Grabas a menudo la música
que tocas?
Marc Ducret: No la grabo a menudo y me parece que
la grabo demasiado (risas) ¡Odio escuchar mis grabaciones!
Para mí el disco es un producto, del mismo modo que un cuadro
o un libro son productos u obras de arte. No tiene gran cosa que
ver con lo que se produce sobre el escenario en condiciones vivas
y con gente que escucha. Puede hasta representar lo contrario, en
la producción o en la manera de organizar las cosas. Mi concepción
del disco es más la de un producto acabado que una fotografía,
la conservación de un momento musical. O vivo plenamente
un momento musical o hago otra cosa. No me interesa documentar un
instante musical. Un disco, para mí, es algo que trabajo,
que preparo –y lo irónico es que nunca he podido hacer
el disco de mis sueños por culpa de los imperativos del mercado
y de los estudios. Así que lo aplazo para la próxima
vez, sabiendo que está bien así, porque esta tensión
entre lo que me gustaría hacer y lo que no puedo hacer, me
obliga a encontrar maneras de hacerlo, ¡cuando, de todas formas,
no puedo lograrlo! Ocurre lo mismo en todos los oficios artísticos
y creo que mantiene el artista en forma, le conserva la salud. Dicho
esto, la grabación supone una cantidad muy pequeña
en mi práctica de la música. Los encuentros tienen
un protagonismo mucho más importante.
Christian Steulet: ¿Sigues trabajando con cantantes
o tu música es ahora totalmente instrumental?
Marc Ducret: Aprendí el oficio con cantantes
populares y me gané la vida así durante años.
He tocado en bailes, canción melódica, mucho folclore,
mucho estudio, teatro, y todo esto me enseñó a acompañar,
tocar y componer. Pienso que he abarcado todo lo que es posible
imaginar como abanico estilístico. Es algo que me encantaba
y me sigue encantando. Ahora, lamento no trabajar más con
cantantes. Recientemente, hice un disco con David Linx y algunos
conciertos con cantantes masculinos y femeninos. Mi problema en
este aspecto es la gran dificultad que existe para realizar algo
con la voz. Nosotros, nos escondemos detrás de nuestro instrumento.
La voz, no funciona así. Cantar de verdad es algo sagrado:
no es sólo una herramienta que se utiliza para expresarse.
Las raíces son mucho más profundas. Se mancha bastante
fácilmente la voz cuando es manoseada. Escribir un tema malo,
no es nada comparado a una mala canción. ¡Una mala
canción, es algo espantoso! Hace poco, pedí a una
cantante lírica que trabajase conmigo y fue realmente interesante.
Aprecio mucho las experiencias de Aperghis, por ejemplo, o de Heiner
Goebbels y Luciano Berio. El más destacado para mí
es René Lussier y su “Trésor de la langue”
(5) . Había una química en su espectáculo que
era realmente mágica, en las relaciones entre su música
y el texto y en la evocación de una amenaza imperialista
sobre la lengua y el habla canadiense. (...)
Me apasiona la lingüística y la literatura en general.
Es lo que quería hacer antes de “caer” en la
música por casualidad. También veo que existe un problema
típicamente francés que es la pusilanimidad hacia
la lengua materna: mucha gente cree que la lengua francesa está
amenazada. Esta actitud puede llegar bastante lejos en gente que
no tiene por qué ser estúpida. Hay gente inteligente
que piensa que hay que defender la lengua a toda costa. Pero hay
dos formas de enfocar este “problema”: o bien se considera
la lengua como una dinámica, se la ve tal y como es y se
avanza con ella, o somos timoratos y nos replegamos sobre nuestra
lengua. ¡Cuando pienso en lo que algunos escritores han realizado
a este respecto! Por ejemplo, lo que hace Nabokov con su ausencia
de raíces lingüísticas, su manera de poner algo
de manifiesto para hacer emerger algo mucho más humano y
doliente pero sin tirarse por el suelo y mostrar las tripas. Es
exactamente lo que me llega en le trabajo de René Lussier.
Estos artistas son capaces de utilizar herramientas de una banalidad
desoladora para hacer surgir algo magnífico. Toqué
una vez una música de Heiner Goebbels sobre Los celos de
Robbe-Grillet, con un actor que decía partes del texto. Era
magnífico: todo se desarrollaba en superficie, sin ningún
comentario a cargo de la música. Un tío dice un texto,
una música se desarrolla por debajo y, de repente, uno toma
conciencia de que hay algo muy doloroso en el interior de todo esto.
Pero nada es mostrado o explícito. Es algo que me apasiona
tanto con Mozart como con Schubert, Bill Evans o John Lennon. Es
posible enfocar la música de otra manera.
Christian Steulet: ¿Eres un verdadero ecléctico
en el buen sentido de la palabra?
Marc Ducret: No sé si en el buen sentido,
pero es verdad que soy terriblemente ecléctico. De los años
sesenta y de mi trabajo con grupos de música popular he conservado
muchos músicos favoritos. Ayer por la noche, escuchábamos
a los Beatles, “Magical Mistery Tour”, y estábamos
alucinados, Tim Berne, Tom Rainey y yo, por la calidad del trabajo,
la inventiva, la sorpresa permanente y la miga que tiene esta música.
Para mí, los Beatles son una referencia constante. Sigo escuchando
mucho viejos discos de Genesis, Led Zeppelin, Hatfield and the North,
Robert Wyatt que ha hecho cosas magníficas. Pero hay muchos
otros: Hendrix, Aretha Franklin, Joni Mitchell, Otis Redding, James
Brown, Al Green. No son sólo artistas que me gustaban de
pequeño: no pasa una sola semana sin que escuche a Aretha
Franklin y a los Beatles. Me gusta la verdadera música popular,
en el sentido primero del término. Existen funciones para
la música: si la música folclórica esta hecha
para bailar es un error creer que hay que tocarla en el Royal Albert
Hall con un público sentado. Y este error no lo cometen los
músicos. Ellos van a su aire. Si la música militar
hace que los militares desfilen bien, es buena. La mayoría
de las veces, la música tiene las ideas más amplias
que los músicos que la hacen, que los “públicos”
o que nuestros propios gustos. Una música de circo magnífica
para el circo es buena música. Me gustan los ruidos que hacen
disfrutar, los ruidos que transmiten algo. Y me da igual que estos
ruidos sean intelectuales o simplistas. Creo que la música
es completamente independiente de los tristes disfraces que le ponemos.
La música son ruidos en la cabeza de la gente. Y no tengo
muchas ganas de limitar mi escucha a tal o cual cosa. Sigo siendo
un adolescente: basta que me digan que voy a tener que comer verduras
cocidas al vapor durante seis semanas para que tenga unas ganas
increíbles de un filete poco hecho con patatas fritas grasientas.
Christian Steulet: Es cierto que tienes la suerte de trabajar
en las dos orillas del Atlántico…
Marc Ducret: Sólo conozco una pequeña
parte de la escena estadounidense. Es algo muy enriquecedor pero
la escena belga es también apasionante y hay muchos músicos
ingleses con importantes problemas de dinero pero que siguen haciendo
una música magnífica. Hay que juzgar esta suerte en
función de las personalidades que he conocido, artistas como
Bobby Previte, Tim Berne, Michael Formanek y Tom Rainey. Acabamos
de hacer un disco con un saxofonista tenor que se llama Tony Malaby,
es genial y probablemente vamos a oírle mucho. También
conocí a Django Bates. Para mí, Estados Unidos, es
como desembarcar un día en Polonia y encontrar músicos
fantásticos. El hecho de ir a Nueva York no es diferente
que viajar a Bruselas...
Christian Steulet: ¿Qué música tienes
actualmente en la cabeza?
Marc Ducret: Me gustaría tocar con otra
gente. Es difícil estar siempre condicionado por el trío.
Me encantan mis tríos, pero los monto también porque
nunca tendré la pasta para montar un tenteto. Al cabo de
un momento, es frustrante no poder oír dos pianos, un fagot...
Tengo ganas de participar en experiencias con muchos más
músicos y más timbres. Tengo ganas de meterme en un
estudio, tomarme tiempo y grabar las cosas unas detrás de
otras y montar paralelamente una gran orquesta.
Entrevista recogida por Christian Steulet en el
año 2000, publicada en "Viva la Música",
boletín mensual de dicha asociación. Gracias a esta
asociación por los permisos para su edición en Tomajazz
y a Juan Carlos Hernández y Diego Sánchez
Cascado por su traducción.
NOTAS:
(1) Esta formación publicó un disco con JMT en 1996.
(2) Marc Ducret Trio: "L'Ombra di Verdi" (Screwgun 70010).
(3) Big Satan "I think they liked it honey" (Winter &
Winter 1999). Marc Ducret (guitarra), Tim Berne (saxos), Tom Rainey
(batería).
(4) Marc Ducret en el año 2000 tenía publicados dos
discos en solitario: "Détail" (Winter & Winter,
1997) y "Un certain malaise (Screwgun 70005, 1998).
(5) Es difícil de encontrar en las tiendas de discos esta
música del espectáculo de René Lussier editada
en 1989 en el sello canadiense Ambiances Magnétiques (AM
015)
Más sobre Marc Ducret
en Tomajazz. Reseñas discográficas:
|
|
|