La cuarta jornada del XIV Festival Internacional Jazz San Javier fue, y hablo por mí, sencillamente inolvidable; esto es, de las que dejan en el alma una huella imperecedera. Tras el deslumbrante primer concierto protagonizado por el joven acordeonista francés Ludovic Beier al frente de su New Montmartre Quartet (reseñado en estas mismas páginas por mi paisano, amigo y compañero de Zarangojazz José Antonio García López) le llegó el turno al veterano pianista y compositor Ramsey Lewis, mito viviente para varias generaciones de estadounidenses, quien regresaba al Auditorio Parque Almansa cinco años después (en la IX edición recibió el Premio del Festival), para regalarnos uno de los conciertos más poéticos e intimistas no ya de esta XIV edición, sino de toda la historia de Jazz San Javier. A sus 76 anchos años, con casi un centenar de álbumes como líder tras de sí, Ramsey Lewis demostró que la experiencia es mucho más que un grado y extrajo de sí mismo toda la maestría acumulada en sus 55 años de carrera.
El hermoso y solemne piano de cola Steinway & Sons que llena por sí solo el escenario de Jazz San Javier está habituado a cambiar de lugar y posición de un día para otro, pero yo no recuerdo haberlo visto antes ocupando un sitio tan central. Desde allí, Ramsey Lewis comandó a sus brillantísimos músicos con cortés autoridad para ofrecer, como digo, una velada plena de sutilidad y refinamiento.
Fiel al estilo que le ha dado fama internacional ( jazz-funk con claros ribetes de soul , gospel y pop) Lewis comenzó su recital con “Wade In The Water”, un tema rítmico de melodía minimalista, mil veces versionado, que en 1965 dio título a uno de sus más celebérrimos álbumes, para continuar en la misma onda con dos piezas más de su autoría: en primer lugar, “Perchance”, un tema asimismo en clave de funk que deja entrever afluencias latinas y que fue adornado con dos solos asombrosos, uno ágil, limpio y preciso protagonizado por el magnífico guitarrista Henry Johnson y otro rebosante de lirismo y ensoñación a cargo de Ramsey Lewis; y,después le llegó el turno a “The Way She Smiles”, un tema desenfadado, refrescante, transparente, conceptualmente más elemental, ideal para escuchar al borde de una playa, en el que una vez más combinaron el funk con soul , gospel y blues ; pero a partir del siguiente tema, “Blessings”, uno de los que más me arrebató, el concierto dio un giro excepcional y Ramsey Lewis demostró por qué es una leyenda viva del jazz. “Blessings” es una balada nostálgica y emotiva, capaz de erizar las pieles más rugosas; una suite espaciosa que el estupendo contrabajista Joshua Ramos acompañó sosegadamente con arco, aportándole una respiración cuasi inmaterial, profunda, grave y cautivadora. Con este tema, el mago Ramsey Lewis dio origen de repente a una atmósfera beatífica, como de redención, y alternando acordes mayores y menores le concedió al Steinway & Sons el máximo protagonismo, con tanta sensibilidad y contención que cada silencio después de cada nota era por sí solo una sinfonía y una declaración de intenciones; con este tema, digo, sentí que nos encontrábamos ante un médium que a su vez era un poeta que a su vez era un filósofo. Poco a poco, toque a toque, con sabiduría y naturalidad, Ramsey Lewis nos adentró en sus territorios más sutiles, recónditos y espirituales. Así, en el delicado “Close Your Eyes And Remember”, Henry Johnson sacó sin estridencias al gran guitarrista que lleva dentro y ejecutó junto a Lewis unos duetos primorosos, demostrando ambos cómo y cuándo un músico debe estar en su sitio y a la vez ponerse en el lugar de los demás.
A continuación volvieron a sorprender al auditorio con una reposada y delicadísima versión soul-funk del inmortal “Here, There And Everywhere” de los Beatles, de quienes Ramsey Lewis ha versionado innumerables temas a lo largo de su carrera. Acto seguido interpretaron “Betcha By Golly Wow”, un tema incluido en su último álbum, Ramsey, Taking Another Look (grabado en 2010 con esta misma formación, muy peculiar, por cierto, con tres instrumentos armónicos) pero que fue compuesto en 1970 por la cantante americana Linda Creed y su inseparable productor jamaicano Thom Bell; un tema encuadrado en el añejo “Sonido Filadelfia” pero que ha sido versionado incluso por el mismísimo Grant Green. He de precisar que durante esta imaginaria segunda parte del concierto, Ramsey Lewis & His Electric Band interpretaron casi todos los temas de corrido, sin pausas ni presentaciones. Con “Gospel Medley Arranfement”, introducido por Joshua Ramos con un solo de arco, los músicos se lo pasaron en grande. En este tema, Lewis dialogó con cada uno de ellos, y Charles Heath lo remató con un solo de batería espectacular.
Al final del concierto, con los bises, regresaron a sus fueros iniciales y procuraron ser más dinámicos; pero, tras escuchar los temas anteriores, uno ya percibía las cosas con otros oídos y con otros ojos. En el primero de ellos, “Sun Goddess”, un tema archiconocido y atrevidamente setentero que Ramsey Lewis ya interpretaba junto a su legendaria banda Earth, Wind & Fire, Ramos, cómo no, cambió el contrabajo por el bajo eléctrico y Johnson y Logan prestaron también sus voces. Y, para terminar, otro de sus temas estandarte, sin duda el más enérgico de la noche, “The In Crowd”, que en 1965 dio título al primer álbum con el que Lewis alcanzó un éxito clamoroso.
En definitiva, un concierto insuperable con músicos en plena forma y un Ramsey Lewis sabio, poliédrico, risueño y en permanente estado de gracia.
Y una noche más en la que mi cuerpo y mi alma se han quitado el sombrero.