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D.S.: ¿Cómo
contemplas el panorama jazzístico actual?
G.B.: ¿Aquí
en España, en el mundo?
D.S.: En
general.
G.B.: Lo
que está difícil en todo el mundo es lo que tiene que ver con la
cultura. Creo que hay un gran descenso en las expectativas culturales de
la gente y la clase dirigente, los que toman decisiones, son personas
cada vez más brutas, más incultas. Hay como una cima del cinismo en la
cual está claro que se busca que la gente no esté educada ni tenga
acceso a la cultura. A nivel masivo, la educación, el arte, la música,
están muy maltratados. Hay como un avance del cinismo, que trae consigo
una gran decadencia. Hay un auge de la derecha en todo el mundo y una de
las premisas de la derecha, del neoliberalismo, es destruir la cultura,
destruir todo lo público -la salud, la educación, todo-. Pero hoy día
también hay una reacción de mucha gente de a pie que está reclamando
que no se desatienda del todo eso, no sólo reclamando sino generando lo
que hablamos antes, formas propias de autogestión, sobre todo proyectos
culturales... Porque se hace cada vez más difícil, has visto lo que
pasó en Francia donde están cortando presupuestos de la cultura -y
estamos hablando de Francia y no de un país cualquiera- y eso genera
huelgas, grandes problemas. Y ni que hablar de países como la Argentina
que están en un estado muy delicado.
En España también pasan cosas muy ingratas en el campo de la cultura.
Pero también a veces se abren algunas rutas... Esto sobre todo a partir
de lo económico. Porque lo económico parece alejado de lo artístico
pero en realidad es la forma de materialización de lo artístico. Puede
haber grandes músicos pero si no hay conciertos o no se graban discos,
esa música no llega a ser realidad nunca.
Por
otro lado, yo creo que hay mucha buena música por ahí, y mucha mala música
también. Pero hay mucha buena música que se produce hoy día. Yo veo
muy buenos conciertos bastante a menudo y eso que escuché miles de
discos y conciertos en mi vida. Y me sigue impresionando cierta gente,
gente que conozco y gente que no conozco. Como ese concierto de Barry
Guy que dio aquí [en solitario en el VII Festival Hurta Cordel, Madrid,
27-1-2003], también estuve viendo a la banda de [Dave] Holland, a
Abercrombie, a Kenny Werner... Hay tanta buena música. Discos que uno
escucha. Acabo de comentar para Cuadernos un disco de Gerry Hemingway
muy bueno, con [Ellery] Eskelin, Devil’s Paradise, del sello
Clean Feed. Se sigue haciendo música realmente muy buena. Creo que hay
un poco de histeria a veces en cuanto a que se habla tan mal de la música
que se hace, “que el jazz está agotado” y lo otro. Sí bueno,
Coltrane y Miles Davis han muerto, lamentablemente...
D.S.: Sí,
se dice que el jazz está esperando la llegada del nuevo mesías. Pero
no creo que sea necesario, creo que este eclecticismo y esta variedad de
estilos es algo positivo, aunque no haya una figura que sea el guía que
muestra el camino. No creo que haya necesidad de eso.
G.B.: La
época de los milagros en el cristianismo fue hace muchos años. Pero
hay tantos músicos. Hay músicos que aparecen cada tanto que a mí me
gustan mucho. Tony Malaby, por ejemplo, me parece brillante. Me gusta
mucho como toca. Hay un disco tan bueno de Marty Ehrlich donde toca él,
Malinke’s Dance. Y el de [John] O’Gallagher, también [Axiom]...
D.X.: Y
toca con Tom Varner, también, la verdad es que Malaby todo lo que hace
es bueno, está con Chris Lightcap en Fresh Sound.
G.B.: Y
el disco de él, Sabino, es muy bueno. Luego hay músicos un poco
mayores que siguen tocando muy bien, como Kenny Wheeler que cada vez que
hace un disco es bueno y tiene setenta y pico de años. El año pasado
vi a Jim Hall y Charlie Haden juntos y fue una maravilla. Y están Lee
Konitz, Marc Copland, Kenny Werner. Tim Berne ha sacado unas cosas muy
interesantes. Marty Ehrlich me gusta mucho: Song me parece un
disco muy poético, no tan bueno como el otro [Malinke’s Dance],
pero es muy bueno. Hay tanta gente....Por ejemplo, Luminous Cycles
[de James Emery] es tan buen disco y Gerry Hemingway, Mark Helias cada
tanto publican discos muy interesantes.
D.S.: Helias
también con Malaby.
G.B.: Con
el trío Open Loose, con Tom Rainey, en el que estaba Eskelin
originalmente.
D.S.: ¿Te
gusta Eskelin?
G.B.: Sí,
claro.
D.S.: Su
trío me parece un muy buen grupo y me gusta ver cómo ha ido
evolucionando.
G.B.: Es
un tipo que tiene una cosa de cierta aridez, se nota que ha tocado jazz
clásico, es muy jazzístico... Es muy buena música la que hay por ahí
dando vueltas. Quizás, esté un poco, no en retirada, pero más constreñido
el panorama. Por estas cosas que hablábamos, es más difícil conseguir
trabajo, hay menos conciertos y eso hace que se resienta la actividad. A
veces, para un chico joven no es tan tentador la idea de meterse a ser músico
de jazz. Creo que también hay ciertas cuestiones que tienen que ver con
la educación, un desdibujamiento del objetivo de lo que es el
jazz.
A veces se ha generado como una mitología sobre lo que debe hacer y
saber un músico de jazz, que parece que hay que ser un estilista para
tocar. Y es bueno que un músico sepa tocar bebop, pero no significa
imitar a Charlie Parker. Es como la gente que dice que el jazz está
muerto. “¿Y por qué dices eso?” “Bueno, porque en los festivales
ponen a tal cosa”. “Pero con eso, ¿qué me quieres decir? ¿qué
tiene que ver?”. En todo caso, eso se debe a que los tipos que están
programando los festivales o manejando las grabadoras son unos inútiles,
pero no que los músicos son unos inútiles. Está lleno de músicos inútiles,
eso fue así toda la vida, pero también está lleno de músicos que
hacen música realmente muy buena, muy interesante. [Joe] Maneri es un
tipo muy mayor pero que en términos de publicidad de su obra es
bastante joven. Y está su hijo [Mat], y son gente muy original. Y
Copland del que te hablaba ahora tiene unos 50 años, o un poquito más
quizás, pero ¿cuánto hace que está grabando discos que se venden o
que están a la vista? Ahora HatArt ha sacado varios discos de él. Hay
uno nuevo que no oí.
D.S.: ¿Uno
con Michael Brecker?
G.B.: Con
Brecker y Abercrombie [Marc Copland And]. Supongo que debe estar
bien. Y hay uno que hizo solo, otro con el trío con Jochen Rueckert,
hizo dos con [Dave] Liebman que son buenísimos. Liebman es otro que
sigue haciendo cosas buenas. Cada tanto saca un disco que quizás no sea
tan bueno pero no se puede decir que no sea gente que no está aportando
a la evolución de la música. Lamentablemente, por razones
extramusicales el jazz se ha retraído un poco en cuanto a su difusión
pero que se sigue haciendo buena música es innegable. El que diga que
no, es porque miente o porque no sabe. Creo que en cierto punto se ha
acabado la época heroica y mítica del jazz, pero se sigue haciendo música
muy interesante.
D.S.: Por
otro lado, es muy importante el salto de calidad que ha habido fuera de
Estados Unidos, en multitud de países en los que los músicos tan sólo
eran buenos acompañantes de la estrella extranjera de turno. Pero ahora
ves que en muchos países, no sólo los tradicionales como puedan ser
Francia, Holanda, Inglaterra, hay músicos más que solventes.
G.B.: Sí,
Hay que prestar atención a eso. Creo que Estados Unidos sigue siendo el
país que tiene el ambiente más desarrollado. Pero algunos países,
como Inglaterra, de la que hablábamos antes, tienen esas comunidades de
músicos, y de repente sale una versión nueva de la Dedication
Orchestra donde hay músicos que uno conoce desde hace mucho tiempo,
como que sigue en actividad toda esa escena de los setentas y ochentas.
Pasa
que el jazz tiene también una característica –porque algunas cosas
las hemos visto pero otras no hemos tenido la oportunidad de verlas-:
mucha de la actividad musical no tiene necesariamente mucho que ver con
la producción discográfica. Hay buenos músicos que quizás no graban
tanto o que en disco no estén tan bien representados. ¿Cuánta gente
que desconocemos tiene en realidad una actividad mucho mayor que la que
está a la vista? A mí me ha pasado estar en Estados Unidos y ver, por
ejemplo, el trío Paraphrase de Tim Berne, cuando todavía no habían
grabado ningún disco y era increíble. Y puede haber grabado uno o dos
discos, pero no son más representativos que el concierto que yo vi. Es
más, capaz que sean menos.
El disco es como otro género. Se hacen buenos discos hoy día, eso es
indudable, pero a veces existe la tendencia a pensar que el jazz son los
discos. Yo creo que Miles Davis es mucho más que Kind of Blue.
Porque hay un antes, un después y un durante. Lo fascinante de meterse
en esa música es ver cómo esa mente llegó a concebir eso. La verdad
es que a mí no me consta que la mejor versión de “So What” sea
esa, probablemente haya habido otra que haya sido mejor. Pero la que
quedó para la historia es esa. Hay tantas cosas que desconocemos que
tienen que haber pasado... Son documentos de un determinado momento. Por
suerte existen y llegaron a nosotros. Pero esa música, la música en
general, no sería menos si no hubiésemos conocido eso. Sí debemos dar
las gracias a que a alguien se le ocurrió grabar esa música y nos
permitió aprender.
Hace tiempo leí -e incluso puse en un artículo porque me llamó mucho
la atención- que en una entrevista a Jazziz o alguna de esas
revistas, Keith Jarrett al hecho de grabar un disco lo llamaba como un
“waste”, el “desperdicio”. Es como la materialización del hecho
de ser músico o de la experiencia musical. Es algo intransferible, algo
que está ahí, es una situación energética; no quiero entrar en la
terminología New Age, pero cuando vemos un gran concierto en realidad
no estamos tan pendientes de tal o cual nota, sino de todo lo que se está
produciendo, de por qué ese tipo que está tocando hace que le
prestemos atención. No sólo tiene que ver con que las notas estén
bien o mal ubicadas. Yo vi a Barry Guy y sus gestos, su sonido, su
respiración incluso se oía, se notaba que estaba haciendo un esfuerzo,
pero un esfuerzo como quien está implicándose, no porque le costara
tocar el contrabajo precisamente; se escuchaban bufidos cada tanto y nos
estaba metiendo en su historia, estaba diciendo “por ahora el mundo
real es éste”. Y eso es algo que pasa, cada tanto veo música que me
llama la atención, aunque hay otra música que me parece un coñazo
[risas]. Pero mucha música es realmente interesante y sobre todo música
que uno escucha en directo.
Yo creo que el disco es otra cosa, un buen disco grabado en vivo ya es
como algo superlativo, pero la situación de ver música en directo es
distinta a escuchar un disco. Un filósofo o un pensador no puede
reducir toda su sabiduría a lo que escriba en un libro. Un músico
tampoco puede meter toda su musicalidad en uno de sus discos. En todo
caso, en la medida que conozcamos a ese músico a través de muchos
discos -por verlo en directo, por leer entrevistas- podemos entender un
poco más cómo es la persona. O un disco puede ser una buena manera de
interesarnos en la obra de ese músico: trataremos de buscar otros
discos, de escucharlo en directo y leer lo que se escribe sobre él.
Pero a veces creo que el disco es una muestra limitada. Hay buenos músicos
que jamás han hecho un buen disco. Por ejemplo, no es literal lo que
voy a decir, pero Eric Dolphy hizo muy buenos discos de bebop o de músicas
aledañas al bebop, pero en realidad el único disco Dolphy-Dolphy que
existe es Out to Lunch!.
D.S.: Cuando
ves la discografía de Dolphy se te cae un poco el mundo a los pies, por
la cantidad de talento que ha quedado tan poco documentado.
G.B.: Claro,
porque hay tantos discos de él donde es tan extraordinario y fabuloso
lo que se escucha... Hay discos que son maravillosas sólo porque está
Dolphy. Uno le escucha tocando con esos músicos suecos que lo acompañaban,
que son músicos correctos, pero lo que ahí es sobresaliente es la
presencia de Dolphy. Pero también cuando uno escucha un disco como Out
to Lunch! uno se dice “Dolphy tenía todo esto para ofrecernos”.
Dolphy tiene discos hermosos, como ese disco que me gusta mucho, con
Freddie Hubbard, Outward Bound; es un disco encantador pero es un
disco mucho más al molde tradicional del bebop.
D.S.: Me
gusta mucho Far Cry.
G.B.: Sí,
pero es dentro de ese mismo molde. Ya Out to Lunch! es una cosa
completamente distinta y fue lo único que pudo hacer porque a los pocos
meses se murió.
D.S.: Hay ciertos discos redondos como Point of Departure
de Andrew Hill, en el que tienes a músicos fabulosos, que estaban en un
momento fantástico, composiciones magníficas, con una cohesión,
aunque no fuese un grupo estable. Y afortunadamente Hill sigue grabando
y todo lo que grabó para Blue Note es fantástico, pero...
G.B.: Yo
tengo un favorito de Hill de esa época que es Smokestack...
D.S.: Con
los dos bajos...
G.B.: Con
los dos bajos, el piano y la batería. Ese te diría que es casi el que
más me gusta de todos. Point of Departure es monumental,
mientras que Smokestack me parece una cosa tan clara, tan
redondita, es tan distinto en realidad. Volviendo a Dolphy, ha sido mágico
escucharlo -a mí me hubiese gustado verlo en vivo- pero tenía tanto
para decir musicalmente -y tanto que en no pudimos escuchar- porque en Out
to Lunch! estaba empezando a cambiar una gran cantidad de cosas, no
sólo como instrumentista sino como compositor, como creador de un
sonido y no pudo ser. Pero pudo ser eso y ya le vale...
D.S.: ...un
lugar destacado en la historia.
G.B.: No,
en la historia, no. ¡En el paraíso! [risas] Pero los discos son una
cosa entrañable también, porque estaría faltando a la verdad si no
dijera que mucho del jazz se hizo en base a discos. Porque Kind of
Blue es un disco: esa música no hubiese existido sin la idea de
alguien de grabar un disco con eso. Y mucha de la música de Andrew Hill
partió de que al señor Alfred Lion se le ocurrió que el señor Hill
debía grabar esas composiciones con ese grupo y otras composiciones con
otros músicos. Así que para un músico el hecho de grabar discos también
es muy educativo en el sentido de que, bueno, aquí somos todos muy
geniales pero ahora debemos decir algo concreto. De acuerdo, usted es el
más inteligente y el mejor escritor del mundo, pero ahora escriba algo
y que se entienda. Se supone que un músico debe saber hacer un disco
[risas]. Pero hay muchos músicos buenos que no han hecho carreras
solistas y eso no inhabilita sus méritos. Quizás ese alguien no haya
llegado a formular un discurso musical demasiado claro como para
contagiar a otros y convencerles de que toquen esa música de tal o cual
manera.
Pero
volviendo a lo de los discos, yo creo que hoy día también se hacen
buenos discos. La producción discográfica es un buen referente de lo
que hay en música y cada tanto salen algunos realmente buenos. El Open
Land de Abercrombie es un disco muy bueno, el Luminous Cycles
de Emery, o Malinke’s Dance de Marty Ehrlich, o Angel Song
de Kenny Wheeler, son unos discos de un nivel altísimo. O el Bill
Evans que hizo Paul Motian. Son discos fenomenales que no tienen
demasiado que envidiarle a los grandes discos de la historia. O en la década
de los setenta, el Gnu High de Kenny Wheeler... Son discos que
hay que conocer, porque son hitos, discos en los cuales hay un concepto
absolutamente distinto de cómo tocar. No me parece que haya que estar
llorando sobre la leche derramada o el paraíso perdido, pensando que
después de A Love Supreme no ha pasado nada en jazz, porque no
es cierto.
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© Diego Sánchez Cascado, Tomajazz 2003
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