Tras su aparición en los
años ochenta y su evolución rapidísima hacia una madurez temprana, Steve
Coleman y los miembros de su colectivo M-Base pasan de unos años de gran
dinamismo a un periodo de aparente declive. Sus grabaciones narran con
precisión la historia de esta música, llenas de energía pero también de
altibajos en los ochenta, para alcanzar en los noventa su momento culminante,
aunque enseguida la cohesión del colectivo aparentemente se rompe. Algunos de
sus miembros se alejan del grupo y eligen otras trayectorias. Los noventa son
unos años en los que muchos músicos jóvenes de distintos estilos maduran sus
innovadoras ideas, y hacen una parada en el camino. Algunos músicos M-Base
pasan por estos años de transición en aparente crisis, pero se asomarán al
nuevo siglo con nueva autoridad.
Me’shell Ndégèocello
© Jorge López de Guereñu
Una década de viajes y
nuevas ideas.
La grabación en Cuba en 1996
de The Sign And The Seal, Transmissions Of The Metaphysics Of
Culture, abre una fase un poco confusa en la historia de la música de
Steve Coleman en particular, y del M-Base en general. En este disco sus músicos
de The Mystic Rhythm Society se juntan con los percusionistas cubanos de
Afrocuba de Matanza. Este grupo dirigido por Francisco Zamora Chirino, “Minini”, estudia y preserva las diversas formas músicales de origen africano
en el folklore de la isla. En el disco aparecen el bajista inglés Anthony Tidd,
que ya en estos años dirige su grupo Quite Sane, el mejor exponente del M-Base
en Europa en esta segunda parte de la década. El resultado de este experimento es extraño, un auténtico “work in progress” que parece intencionadamente inacabado.
Refleja muy bien las obsesiones de Coleman por el ritmo y por las transmisiones
de distintas formas de música y cultura. Además, en este disco podemos escuchar
por primera vez a un músico cubano muy influido por el propio Coleman, el
saxofonista y percusionista Yosvany Terry Cabrera. Unos años más tarde se
instalará en Estados Unidos con su música, una buena mezcla del jazz latino más
moderno y el M-Base.
El complejo desarrollo de
esta música es reconocido con dificultad por un público que tal vez estaba ya
algo agotado, incapacitado para absorber el volumen de semejante producción.
Steve Coleman ha publicado como líder dieciocho discos grabados en estudio y
cuatro en directo (uno de ellos doble) en poco más de veinte años, y ha
regalado otro a sus seguidores a través de Internet. Por aquella época, sus
desconcertantes experimentos con los ritmos cubanos o de otras zonas del mundo,
o sus fusiones con el hip hop paralelas a las de Greg Osby, fueron desde luego
un obstáculo para parte de su audiencia. Pero la apariencia de crisis ocultaba
un momento en realidad muy creativo para estos dos artistas. Coleman y Osby se
encontraban inmersos en una dinámica búsqueda de nuevos caminos para su futuro.
Los nuevos Five Elements
y las grandes bandas de Steve Coleman.
El líder de los M-Base forma
en el 96 una espectacular big band, The Council Of Balance, con secciones de
seis saxos, tres trompetas, seis trombones, un cuarteto como sección de cuerda
y hasta cinco percusionistas añadidos a su grupo habitual. La sección de ritmo
la componen guitarra, piano, y batería más dos bajos. En el 97 publica un doble
álbum, un disco con esta gran formación y otro con sus nuevos Five Elements, en
los que Sean Rickman sustituye a la batería a Gene Lake. En este disco, el
cubano Miguel “Angá” díaz se hace cargo de las percusiones, Gilmore vuelve a
aparecer y David Dyson dobla al bajo a Reggie Washington, que aquí toca el
contrabajo. Dyson fue uno de los pioneros del colectivo en Brooklyn que
desapareció temporalmente de escena. Genesis y The
Opening Of The Way, los dos discos que componen esta nueva
publicación, ilustran perfectamente los logros de Coleman con grupos mayores y
nuevos ritmos. Esos estudios de ritmos que Coleman sigue en sus múltiples
viajes, se vuelven trances profundos, hipnóticos pero nunca monótonos. Los
arreglos para la gran formación son de una meticulosidad impresionante, llenos
de matices. Los solos se integran con el distinto sonido de esta gran banda sin
ningún problema, y los temas tienen unas melodías sugerentes que reflejan muy
bien el interés de su autor por las culturas ancestrales. En esta formación tan
compleja juega con la atonalidad de manera equiparable a los trabajos de este
estilo de Sam Rivers, John Carter, David Murray con “Butch” Morris, y Julius
Hemphill.
En la segunda parte de este
trabajo doble, Coleman y sus Five Elements comienzan con la clave cubana, a la
que se acopla instantáneamente un patrón M-Base. Sobre este ritmo híbrido el
líder crea uno de sus solos ejemplares a la vez que sus acompañantes trazan
diferentes estructuras métricas, en una polirritmia magistral que va dominando
progresivamente la grabación. Unos compases más adelante, los músicos comienzan
a cambiar de tonalidad con una facilidad asombrosa, y con una compenetración
que se va mostrando después en los sucesivos temas cada vez con más claridad.
Las ideas de Coleman se perciben súbitamente dotadas de nueva vida. En lugar de
su percepción como algo sin evolución o futuro, como dio la sensación en
experimentos como los de Metrics o el de Cuba, se aprecia ahora como una música
flexible y abierta a nuevas posibilidades. Sean Rickman entiende muy bien esta
nueva etapa, sus ritmos se hacen más básicos en apariencia, un tapiz perfecto
para los nuevos desarrollos armónicos de los solistas.
Dos años más tarde Coleman
publica otro nuevo trabajo con los Five Elements. Esta vez el grupo consiste en
una sección rítmica con Anthony Tidd o Reggie Washington al bajo eléctrico, o
éste último emparejando su contrabajo al bajo de aquel, más Rickman y “Angá”.
El resultado es un disco diferente, con muchísimos invitados. Aparecen Ralph
Alessi o Shane Endsley a la trompeta, Ravi Coltrane o Craig Handy al saxo tenor
y Tim Albright al trombón. Stefon Harris introduce en esta música su vibráfono,
y su presencia es tan llamativa como la de tres diferentes pianistas, según los
temas. Vijay Iyer aparece aquí de nuevo, pero también el inglés Robert
Mitchell, o Jason Moran, una nueva estrella del instrumento que suele tocar
también con Osby. Además aparece otra vez un cuarteto como sección de cuerda,
pero añadido esta vez a un cuarteto vocal. En un tema hay una voz solista, la de Rosangela Silvestre. The Sonic Language Of Myth, Believing, Learning, Knowing es uno de los trabajos más densos de Steve Coleman. Basado en la mitología, la
comunicación y las culturas ancestrales, sus temas complicadísimos permiten a
los distintos pianistas destacar poderosamente sobre unos arreglos de las
cuerdas también muy llamativos.
Esta nueva trilogía la cierra The Ascensión To Light, otro disco a nombre de los Five
Elements pero en realidad con una formación bastante más grande que lo habitual
en otros tiempos en ese grupo. Iyer, David Gilmore, Anthony Tidd y Rickman son
la base rítmica sobre la que aparecen los vientos de Coleman, el armonicista
Gregoire Maret, Gary Thomas al saxo tenor y las trompetas de Alessi y Endsley.
La novedad más llamativa son la voz de Sophia Wong y la reaparición en un disco
estrictamente M-Base de Cassandra Wilson. En este proyecto Coleman añade a la
formación un quinteto de vientos, los Imani Winds, que acopla de manera
fantástica al conjunto con nuevos y sorprendentes arreglos similares a los de
las cuerdas.
Greg Osby
© Jorge López de Guereñu
La nueva música acústica
de Greg Osby.
Tras sus experimentos con el
hip hop y el poetry, la hasta entonces errática carrera de Greg Osby toma una
nueva senda. Su música, alguna vez falta de la personalidad de la de Steve Coleman, adquiere un nuevo impulso. Como saxofonista y solista su categoría estaba
clara, y antes ya había detalles de interés en sus composiciones, pero nada que
augurase el giro que daría a su carrera con sus nuevas grabaciones para Blue
Note. Tras colaborar en bandas de otros grandes músicos, particularmente en las
de Andrew Hill, en 1996 publica un disco prácticamente acústico. Art
Forum es interpretado por parte de la crítica como un retroceso hacia
una música más convencional. En realidad lo que Osby logra en este disco es que
su música adquiera un carácter propio y único. La formación básica en este
proyecto es un cuarteto acústico con un pianista bastante tradicional, James
Williams, y Lonnie Plaxico al contrabajo y Jeff “Tain” Watts a la batería
completando la sección rítmica. Plaxico y Watts crean un fondo que en algunos
pasajes suena como mucha otra música acústica posterior al cuarteto clásico de
Coltrane, pero en otros aparecen patrones rítmicos relacionados con el M-Base.
Watts a su inconfundible manera, tamiza con figuras cortas, casi funk o hip
hop, polirritmos inspirados en los de Elvin Jones. Algunos temas son arreglados
para la formación ampliada por el vibráfono de Brian Carrott, Marwin Sewell a
la guitarra acústica y una pequeña sección de viento. En ésta la flauta y el
clarinete bajo son contrapunteados por el trombón de Robin Eubanks. Estos temas
recuerdan tanto a la música de Dave Holland o Andrew Hill como a aquel disco de
Michelle Rosewoman que anunciaba años atrás esta vía más acústica del M-Base.
En este formato, el alto y el soprano del líder suenan diferentes, con una
resonancia distinta que en la música eléctrica a la que nos tenía
acostumbrados. En los dos standards interpretados en cuarteto se hace más
evidente, como ocurría también en los discos en trío o dúo de Coleman con
Holland, la inmensa personalidad de Osby como solista.
Al año siguiente Osby
confirma con su Further Ado la versatilidad de esta nueva música
acústica, en otra excelente grabación. Aquí insiste en esta versión casi de
cámara del sonido M-Base, aunque rítmicamente a menudo utiliza más figuras
convencionales bop que los patrones funk que utiliza Coleman en sus grupos. Esa
superposición de distintas métricas característica del colectivo sigue estando
ahí, favorecida por la aparición en esta ocasión de un pianista mucho más
moderno que el de la grabación anterior, el jovencísimo Jason Moran, idóneo
para esta música.
Si con esos dos discos
parecía alejarse progresivamente del M-Base como lo concebíamos en sus inicios,
en Zero, aparecido en 1998, vuelve a esos orígenes. Osby lo hace
sin abandonar ese nuevo sonido que ha alcanzado con sus grupos en esos dos
anteriores, y este nuevo disco es ejemplar en su equilibrio. Sus composiciones
son mucho menos abrasivas, con melodías muy dulces, pero sus solos igual de
contundentes que en esos dos discos anteriores. Jason Moran integra de manera
espectacular en la nueva música de su líder los sonidos de su piano acústico,
su Rhodes eléctrico o su órgano Hammond. El mismo año Blue Note publica el
directo Banned In New York, grabación de una potente actuación en
cuarteto que muestra la buena forma de Osby en los conciertos de estos años.
Dos más tarde, afronta tres
proyectos bien distintos. Una extraña pero productiva reunión con Andrew Hill y
Jim Hall en un quinteto que a pesar de las diferentes ideas de los tres,
funciona. Ni la personalidad de los tres convocados ni el repertorio elegido
provocan una de esas frecuentes ocasiones que terminan siendo reuniones donde
cada estrella se empeña en brillar más que las otras. Otro proyecto muy bien
concebido es el grupo New Directions, donde Osby, el saxofonista tenor Mark
Shim, Stefon Harris al vibráfono y Jason Moran con su habitual sección rítmica
(Tarus Mateen y Nasheet Waits), reinterpretan repertorio de la época dorada del
sello que publica el disco, Blue Note. Escuchar temas clásicos de Herbie
Hancock o Lee Morgan sonando a medio camino entre el post free y el M-Base es
una experiencia fascinante. Versiones de Hank Mobley, Wayne Shorter o Horace
Silver rearmonizadas y con ritmos absolutamente nuevos no son menos divertidas,
y los dos fabulosos homenajes compuestos por Harris y Osby a la música de esa
época que cierran el disco, todo un disfrute.
Unos meses más adelante Osby
entra de nuevo al estudio a grabar su tercer proyecto en apenas un año. Lo hace
con su cuarteto habitual y un cuarteto de cuerda. La idea tiene mucho que ver
con esas grabaciones de Coleman con secciones de cuerdas. En ellas Osby ha
colaborado además de como músico, ayudando a Coleman con los arreglos. Graba
siete temas propios, uno de Andrew Hill, otro de Moran y otro más de Masabumi
Kikuchi, y una versión de “Wild Is The Wind”. El resultado, Symbols Of
Light (A Solution), tiene un aire (incluso en el título) a los logros
de Coleman con ese tipo de formaciones, pero es más compacto, menos complicado
y muy efectivo. Es uno de los mejores discos con cuerdas hechos recientemente
por un músico de jazz. Antes de cerrar la década siguiendo por este nuevo
camino, graba de nuevo en el 99 (aunque el resultado no se publica hasta tres
años después) otro disco, Inner Circle, en quinteto con Stefon
Harris, Moran y Matteen y el batería Eric Harland.
En estos tiempos, cuando
aparece en discos de otros músicos, como con el grupo de Terri Lyne Carrington,
con Andrew Cyrille o con el Groundtruther de Bobby Previte y Charlie Hunter, su
presencia marca a fuego la música en la que participa. Incluso cuando mira
hacia atrás lo hace con estilo. Graba una revisión más tradicional de su música
y sus influencias, en su disco St. Louis Blues, de manera un poco
desigual pero muy original. Puede que este fuera un proyecto algo irregular,
pero poco más adelante grabará su último disco en estudio hasta la fecha y primero
en trío. En su magnífico Channel Three, con Jeff Watts a la
batería y un nuevo y joven contrabajista y bajista, reinterpreta su concepción
del M-Base con una autoridad que demuestra que siempre fue el otro gran maestro
de esta música.
Graham Haynes
© Jorge López de Guereñu
La música de Robin
Eubanks, Andy Milne y Lonnie Plaxico.
Graham Haynes prácticamente
no tiene contacto musical con los otros miembros del colectivo M-Base desde
1992, cuando comienza a experimentar con otras músicas. En su Transition se escuchan algunos temas con elementos funk, pero como Cassandra Wilson en
esa época, y Geri Allen antes que ellos, su música evoluciona por otros
caminos. Después de ese disco su música ya no se puede considerar como parte
del estilo del colectivo.
Lonnie Plaxico, además de
tocar con infinidad de músicos de todo tipo, y codirigir las distintas bandas
de Cassandra Wilson durante años, ha seguido tocando una particular versión de
esta música en sus propios grupos. Entre 1989 y 1993 grabó cuatro discos para
Muse donde alternaba temas en el estilo más puro del M-Base con otros donde
sonaba a fusiones más convencionales. Más recientemente ha grabado otros cuatro
discos más en estudio y varios directos, con nuevos músicos relacionados con el
M-Base o con las bandas de sus líderes habituales. En su música como líder
alterna el bajo eléctrico y el contrabajo, y busca formas a caballo entre el
jazz y el funk, incluso cuando hace temas acústicos que no están muy lejos de
esa nueva música de Greg Osby.
Uno de los pianistas más
característicos de este estilo, es Andy Milne, habitual en casi todas las
formaciones de los Five Elements hace ya muchos años. Toca música
totalmente M-Base en sus discos como líder. Este pianista canadiense ha grabado
dos discos excelentes con su Cosmic Dapp Theory e incluso en sus recientes
discos en solitario o a dúo con el armonicista Gregoire Maret se aprecia
perfectamente en muchos temas su inmersión absoluta en el estilo.
Robin Eubanks es otro de los
superdotados músicos del colectivo, uno de los grandes trombonistas de la actualidad. Entre la primera discografía del M-Base su espléndida serie de cuatro discos
publicados por JMT entre el 88 y el 94 es esencial. Sus grupos posteriores han
seguido demostrando la personalidad de este músico siempre espectacular, sea
tocando temas más tradicionales, acústicos, o con su rítmica versión del
jazz-funk más M-Base. Cuando toca en este estilo se le nota mucho la influencia
de aquel otro gran grupo de ese otro gran trombonista, el Defunkt de Joseph
Bowie. Eubanks además ha seguido siendo, con su papel importantísimo en su
grupo durante más de veinte años, la conexión permanente de Dave Holland con
esta música.
El M-Base fuera de los
miembros del colectivo.
Esos años en los que Haynes,
Geri Allen y Cassandra Wilson se descolgaron del colectivo aparentaban una
crisis que hoy día no parece real. La escucha de lo que hacían los músicos que
continuaron dentro del mismo la contradice. La influencia del M-Base fuera de los grupos originados dentro del colectivo es también engañosa, mayor de lo
que parece a simple vista. Steve Coleman fue un pilar de los grupos de Holland
desde que éste crea su quinteto en 1983 hasta que lo abandona seis años
después. Su último disco con Holland es el maravilloso Extensions, en cuarteto con Marvin Smith y Kevin Eubanks a la guitarra. Marvin “Smity” Smith, es el batería de Holland desde 1984 hasta 1989 y Robin
Eubanks entró también en 1984 en su formación y aún sigue en ella. La música de
Holland ha ido madurando a su manera, pero la influencia del M-Base sigue ahí.
Los ritmos de muchísimas de sus composiciones se basan en esos patrones que
derivan de los logros de Doug Hammond y del propio Coleman. Los desplazamientos
métricos y tonales del M-Base son también muy parecidos a los de la música de
este otro gran líder, y el interés de Dave Holland por la música del oeste de
África es paralelo al de Coleman. Varios de los saxofonistas que han pasado
después de éste por los grupos de Holland (Eric Person, Steve Wilson, Antonio
Hart) han prolongado el sonido básico de su grupo, con la marcada influencia de
Steve Coleman o Greg Osby en sus sonidos.
Dos de los músicos más
influidos por el M-Base aparecidos en esos años de supuesta crisis del estilo
son Roy Hargrove y Me´shell Ndégèocello. Hargrove empezó a actuar y grabar
cuando era muy joven, como uno de aquellos numerosos trompetistas encuadrados
por la crítica entre los Young Lions. Éstos aparecieron con la irrupción del
neo bop de Wynton Marsalis en la escena de los ochenta, y Hargrove grabó discos
en ese estilo durante el final de esa década y la siguiente. A mediados de ésta comienza a frecuentar sesiones de los M-Base y de los
Soulquarians. A partir de entonces graba y actúa con varios miembros de este
otro colectivo (Common, D’Angelo, The Roots, Bilal, Erykah Badu)
frecuentemente. También a mediados de los noventa y al igual que el líder del
M-Base, se interesa por la música cubana y graba un muy buen disco, Habana, fusionando su música con el latin jazz, no sin algunos toques que recuerdan a
la fusión de esa música con la de Coleman. Entrado en el nuevo siglo, tras años definiendo en jam sessions lo que quería hacer con su música, divide su
actividad entre un quinteto acústico que toca hard bop como había hecho antes,
y su nuevo RH Factor. Con esta banda, graba su Hardgroove, en el
que participan varios músicos del M-Base. Reggie Washington, Steve Coleman y
Gene Lake están en algunos temas como invitados, y también lo son muchos de los
Soulquarians, encabezados por Erykah Badu, Common y D’Angelo. Además aparecen
varios músicos de jazz y funk relacionados con esos dos colectivos, como
Me´shell. Tras unas exitosas giras con una banda en la que también hay algún
músico M-Base (Washington), vuelve al estudio para grabar unos cuantos temas
más para un EP, Distractions. En estos discos une los conceptos
de los dos colectivos,
M-Base y Soulquarians, en
una especie de re-actualización del soul o funk jazz de grupos muy populares en
los setenta como los Blackbyrds de Donald Byrd, con un éxito artístico notable.
Su segundo disco largo con RH Factor sigue la misma dirección, y no parece
dispuesto a dejarla de momento.
Me’shell Ndégèocello ya
participó (como Me’shell Johnson) en el Drop Kick de Steve
Coleman en 1992, y ha sido una participante habitual en las jams de los M-Base
desde principios de los noventa. El primer disco de esta bajista fue una bomba
funk y soul futurista con muchos toques de jazz y de hip hop, que la catapultó
a la fama en 1993, y en el que aparecía Geri Allen. Tres años más tarde, tras
reclutar a Gene Lake para los conciertos de su nueva banda, graba su Peace
Beyond Passion con una clara influencia del M-Base en su sonido. Gene
Lake alterna sus actividades en los grupos de Steve Coleman y Me’shell durante
años, y tanto Coleman como Greg Osby suben al escenario en algunos de sus
espectaculares conciertos. En su música cambiante y muy personal la influencia
del M-Base se diluye, pero sigue ligeramente presente en algunos pasajes de su
obra maestra, Bitter (1999), y más aún en un experimento
con el poetry, Cookie:The Anthropological Mixtape (2002).
En otro disco más reciente con su banda de jazz Spirit Of Music Jamia, Dance
Of The Infidels, participan Gene Lake, Gregoire Maret y Cassandra
Wilson. En algunos de los conciertos de esta banda jazz de Me’shell actúa como
invitado especial Steve Coleman, que a menudo se lanza a improvisar en dúos con
el dj del grupo, el otro hijo de Oliver lake, como hacía con otros artistas de
los platos en los viejos tiempos.
The Anthropological
Me’shell Ndégèocello
© Jorge López de Guereñu
La última música de Steve Coleman y el futuro del M-Base.
Tras cerrar su etapa en
RCA/BMG con su complicada trilogía, Steve Coleman comienza una nueva etapa en
Label Bleu. El primer disco que graba para este pequeño sello francés es un
doble en directo. Resistance Is Futile recoge
perfectamente lo que es una actuación de sus Five Elements en ese momento de
completa madurez, en el 2002. Algunos de sus temas de sus diversas épocas
suenan como clásicos, y sus versiones de otros de Charlie Parker, Monk o Mal
Waldron están admirablemente integradas en el estilo de su música. Tampoco
están faltos de un sentido del humor que parece difícil de asimilar en una
música aparentemente tan seria como la suya. Aprovecha también para recuperar aquella otra versión tan curiosa del “Flint” de
Jerry Goldsmith. Los Five Elements con Andy Milne, Anthony Tidd, “Angá” y
Rickman como sección rítmica, más los dos jóvenes trompetistas recién
incorporados, Jonathan Finlayson y Ambrose Akinmusire, suenan en esta grabación
en directo como una banda más sólida que nunca.
Los nuevos discos grabados
en estudio para el nuevo sello no son menos impactantes. En el 2002 publica On
The Rising Of The 64 Paths con una nueva version de su grupo.
Esta vez le acompañan Finlayson y el flautista franco-argelino Malik Mezzadri.
La rítmica la componen Sean Rickman a la batería y otra vez dos bajistas,
Anthony Tidd tocando el bajo eléctrico y Reggie Washigton tocando el
contrabajo. Con casi la misma formación, sin flauta pero con percusiones
añadidas, graba otro disco, Alternate Dimensions Series 1, que pone
a disposición de sus aficionados en su página web de manera gratuita. En estas
dos grabaciones sus formaciones más pequeñas, comprimidas hasta su esencia,
producen una versión minimalista y reconcentrada de su música.
Sus dos siguientes proyectos
integran textos como elemento importante en su nueva música. En Lucidarium las voces están mejor integradas en una formación bastante grande, pero en
los temas con la voz de Jen Shyu en el siguiente disco, Weaving Symbolics,
alteran el equilibrio del grupo. Este disco muy desigual contiene aún así
algunos temas en solitario y en trío estupendos. Con Eric Revis y Jeff Watts
como únicos acompañantes la pureza del sonido de su saxo alto hace soñar a sus
seguidores con un disco en trío como el que el otro gran líder del M-Base, Greg
Osby, acaba de publicar en ese momento, también con Watts a la batería. Y es que la influencia de Coleman en los nuevos saxofonistas que aparecen en escena
es enorme.
Desde su aparición en escena
ha habido saxofonistas que han sonado muy inspirados por Coleman y Osby. Dave
Binney y Steve Williamson fueron los primeros, pero también hemos escuchado
ecos del M-Base en alguna de la música de Branford Marsalis, Courtney Pine y
Joshua Redman. Los tenores Mark Shim, Lance Bryant, Gregory Tardy, Ravi
Coltrane y Craig Handy han participado en muchos de sus grupos, conciertos y
jam sessions. El sonido de esos dos grandes altos del M-Base resuena en el de
Antonio Hart, Steve Wilson, Eric Person y Talib Kweli, y el de su música en la
del puertorriqueño Miguel Zenón, el saxofonista alto y tenor y percusionista
cubano Yosvany Terry Cabrera, o el francés Julien Lourau. La nueva estrella del
jazz en Inglaterra Soweto Kinch, con su jazz fusionado con hip hop, tiene
muchísima influencia de esta música. También la de los músicos que suelen tocar
con el RH Factor de Hargrove o con Me’shell, como Jacques Schwartz-Bart y Keith
Anderson. Otra nueva generación de saxofonistas, como Steve Lehman, Marcus
Strickland, Loren Stillman, Miron Walden, Rudresh Mahanthappa, Marc Baron y
Logan Richardson han irrumpido en escena con planteamientos y sonidos que
tienen mucho que ver con los del M-Base.
Hemos pasado ya la mitad de
la tercera década de la imparable historia de esta música, y hemos visto como
Greg Osby ha establecido un momento culminante de su carrera con su fantástico
disco en trío. Coleman, con su nueva grabación en solitario publicada por el
sello de John Zorn, Tzadik, no parece en peor forma. Invisible Paths:
First Scattering no es sólo un disco asombroso de uno de los grandes
saxofonistas e improvisadores de nuestro tiempo. Es también una obra mayor en
la carrera de un gran pensador musical. Como en aquel For Alto de
Anthony Braxton, este otro artista utiliza su música como modo de expresión de
un universo muy particular. Braxton en aquél disco histórico definía sin ayuda
muchos conceptos de aquella vanguardia de la AACM a finales de los sesenta.
Coleman en este otro nos muestra la constante evolución de su música, y nos
explica el presente y el futuro del M-Base, como parte de la historia del jazz
moderno.