Me estaba convirtiendo en un aficionado musicalmente conservador, amoldándome a lo fácil, a la música sin sobresaltos, y rechazaba frontalmente cualquier anárquico sonido. Peor aún: el cuerpo me había pedido dejar de escuchar a Cannonball Adderley… y por ahí no iba a pasar. Cualquiera sabe que, quieras o no, acabas en el jazz. Con sus líneas melódicas de serenas sonoridades, es la máxima expresión artística. El jazz es velocidad, interacción, pasión, exploración, una forma de conjugar complejamente las formas y los tiempos musicales. La fusión perfecta entre la placidez y la vehemencia con una simple progresión de acordes.
Manuel Beteta en la columna Opinión Invitada «El americana es perjudicial para la salud». Ruta 66. Número 293. Mayo de 2012.
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