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..: ASHLEY KAHN: EL SELLO QUE COLTRANE IMPULSÓ
IMPULSE RECORDS: LA HISTORIA

   
 

 


El sello que Coltrane Impulsó. Impulse Records: la historia
Autores:
Ashley Kahn
Edita: Global Rhythm Press
Colección: BioRitmos
Traducción: Jorge García
ISBN: 84-934487-7-X
Formato: 17 x 24 cm.
http://www.globalrhythmpress.com/


   

CAPÍTULO 1
EL HOMBRE TRAS LA FIRMA: CREED TAYLOR (1954–1961)

VICTORIA CON VOCALESE (1)

El apoyo de Levine resultó inapreciable para muchos de los proyectos de Taylor, incluyendo uno que preparó a finales de 1957, después de que el escritor y cantante Jon Hendricks fuera a verlo con una propuesta atrevida. Se trataba de recrear los arreglos de la orquesta de, por ejemplo, Count Basie, con un coro que interpretaría todos los pasajes de los vientos, unos cantantes que se ocuparían de los solos y además una sección rítmica. Hendricks, que era un letrista ingenioso, se ocuparía de los textos; lo único que necesitaban era un grupo suficiente de vocalistas expertos en jazz que pudieran cantar y tuvieran swing, y el amigo de Hendricks Dave Lambert era uno de ellos.

Vinieron pensando que yo era el tipo apropiado para esa clase de idea extravagante. Al principio hicimos algunos de los temas más conocidos de Basie con cantantes de estudio. Pero sonaba demasiado rígido porque los cantantes de estudio eran muy precisos y no captaban la idea.

La solución fue utilizar la técnica, entonces todavía novedosa, de las pistas múltiples, grabando en la misma cinta diferentes interpretaciones que se iban superponiendo. El disco se construyó a partir del trío de Lambert, Hendricks y una cantante también influida por el bop, Annie Ross.

Se nos ocurrió la idea de superponer las voces. No me preocupaba mucho la limpieza técnica; lo que me importaba era la sensación que produjera y el sonido en su conjunto, y el zumbido me traía sin cuidado. Así pues ¿qué hacer? Recortar un poco el extremo superior [para filtrar el zumbido de la cinta] y preparar una edición monoaural, con Annie Ross interpretando las cuatro trompetas, Dave Lambert ocupándose de la sección de trombones y Jon Hendricks de la de saxofones.

Afortunadamente, como Taylor recuerda, el responsable de aprobar las costosas sesenta horas de estudio era Levine.

Con su sentido del humor me dijo: «Creed, creo que esta vez ha llegado al límite. No sé qué puede salir de eso de Basie que estás haciendo con todos esos cantantes». Yo le dije: «Harry, no te preocupes. Será algo único». «Bueno, de acuerdo». Así que todo sucedió sin tensiones porque conseguí ventas.

Larry Newton reconoce que la reputación de Taylor le permitía licencias presupuestarias poco habituales. «Creed tenía un gran talento [pero] nunca obtuve de él ningún cálculo previo. Me decía que [un proyecto de grabación] iba a costar cuarenta mil y al final podía costar noventa mil. Sencillamente hacía las cuentas después, y nunca quise enfrentarme a él». Era una estrategia que también usó liberalmente el sucesor de Taylor en Impulse.

Sing a Song of Basie fue un éxito de ventas y una sensación tecnológica tras su lanzamiento a mediados de 1958 en versiones monoaural y estereofónica (ABC-Paramount fue uno de los primeros sellos grandes que se atrevió a probar el estéreo, y acababa de comenzar a lanzar discos en este formato). «Surgió de la nada y creó a Lambert, Hendricks y Ross», recuerda Taylor. Igualmente marcó un nuevo peldaño en la reputación ascendente del productor tanto en la exigente arena del jazz como en el aspecto puramente económico del negocio.

Quería asegurarme de que si a la gente no le gustaban pudieran culparme, y si le gustaban… bueno, trataba de ser coherente [con] la responsabilidad de conseguir un sonido realmente bueno y una presentación de aspecto inmejorable».

La llamativa inscripción de Taylor ayudó a reunir al productor con un fotógrafo novato cuyo talento realzaría pronto muchas cubiertas discográficas. «Cuando estaba todavía empezando [en fotografía], las cubiertas discográficas parecían un pasatiempo porque casi cualquier cosa puede servir para aparecer en la tapa de un disco», dice Pete Turner, que tiempo después obtendría reconocimiento internacional por su llamativo empleo del color. «Los discos que más me gustaban siempre llevaban una firma, y era la de Creed Taylor. Todavía estaba en el ejército cuando pedí una cita con él».

Turner recuerda su primer encargo para una cubierta discográfica.

Creed era un caso excepcional por su mentalidad abierta para todo. En nuestra primera colaboración me dijo: «Estoy trabajando en un disco titulado The Sound of New York, ¿te gustaría hacer algo de este tipo?» yo tenía algunas fotografías… más bien especulativas. Había una fotografía de las luces del tráfico y yo había hecho una doble exposición del rojo y el verde y luego el azul del crepúsculo y el Empire State por detrás, mirando hacia lo alto. Era una bonita foto algo melancólica de la ciudad Nueva York. A él le gustó, y ese fue el comienzo de una relación realmente larga y productiva.

Editado en 1958, The Sound of New York [ABCS-2269] presentaba la música del compositor Kenyon Hopkins (más conocido por sus bandas sonoras para el cine) interpretada por la «Orquesta Creed Taylor», con el saxofonista alto Phil Woods como miembro más conocido. El disco retrataba la gran manzana en su abigarrada gloria sonora: «Taxi Ride» (Carrera de taxi), por ejemplo, recurría a efectos de sonido y a un arreglo que ponía el acento en los metales para capturar el ritmo staccato, de arranques y paradas, sugerido por su título. La cubierta se abría para mostrar en su interior un cuadernillo —páginas de comentarios sujetas al lomo interior— que explicaba el tema del disco con detalle y humor.

Por supuesto, The Sound of New York lleva la firma de Taylor y sirvió como prototipo para la fórmula futura: concepto elevado, alta calidad y presupuesto no precisamente pequeño. Por casualidad, escondida en una funda interior, se ve una pequeña foto en blanco y negro de la marquesina de un cine de Times Square con el título de una película para adultos en letra negrita: IMPULSE.

Sólo habían pasado cinco años desde que Taylor comenzó a trabajar en la industria musical. Había llegado lejos, compartiendo oficina con productores y arreglistas veteranos —Feller, Costa y otros— que llevaban mucho más tiempo en el oficio. Sin embargo, aspiraba a algo más que un puesto en el equipo directivo. Muy pronto, las circunstancias le presentarían la ocasión de crear un sello que produciría con regularidad los discos inteligentemente concebidos que había imaginado en sus lejanos años de instituto.

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© 2006, Ashley Kahn (de la obra original)
Derechos exclusivos de edición en lengua castellana, Global Rhythm Press
© 2006, Jorge García (de la traducción)