Lugares donde aún es posible escuchar jazz comme il faut – lugares donde no. Por ejemplo, Madrid. Por Chema García [Escrito de jazz AKA El Rincón de Chema] [Diciembre de 2025]

El Rincón de Chema: Lugares donde aún es posible escuchar jazz comme il faut – lugares donde no. Por ejemplo, Madrid.

Madrid, 2 de noviembre de 2025. 19:00 h.

Pocket Corner (el nombre les viene del título de una composición de Count Basie puesto del revés para que me entiendas mejor) vienen de Noruega, como los arenques y las cremas de manos. El estado les paga los viajes y la estancia, ellos ponen el resto.

El Centro Cultural La Tortuga de Lavapiés es un tugurio con sabor a humedad y a ladrillo visto, a contubernio y a Madrid antiguo y señorial, o decrépito. Picasso y Pepe Ysbert vivieron a un tiro de piedra del lugar. Cuesta imaginarles asistiendo a una reunión de vecinos, como presidente vuestro que soy os debo una explicación…

En Madrid, principiando el invierno, hace frío, pero no tanto.

Dicen que Pocket Corner hacen free y por eso no están en el festival ni en ninguna parte. Su presentación un domingo a deshoras tiene un aura de clandestinidad, un sabor a prohibido que la hace tanto más apetecible. “Todo el jazz es free, luego yo hago free jazz”, decía el camarada Vladi Bas antes de tocar “Viva Europa” en Whisky & Jazz para un público de viejos rijosos y sus putas.

Con esto, que los nórdicos son una versión en moderno de los Jazz Messengers de Art Blakey sin Blakey, sin contrabajista (Kjetil Jerve, a los teclados, hace las veces) y con un emulo de Pharoah Sanders ocupando el papel de Benny Golson. Pocket Corner sueñan en grande y, si tocan a pelo, es porque son modernos, o porque son prehistóricos.

La música de CP es un orgasmo concelebrado, un ménage à quatre, o a quarante; un eyacular la compagnie a compás: lo que era el jazz antes de convertirse en una música monacal y asexuada. Detrás, siempre, el ansia por follar que mueve a la humanidad desde Adán/Eva y nos lleva a rincones remotos donde aún es posible respirar sin máscara de oxígeno. Somos 35-40, puede que menos, militantes del aquí y el ahora, nostálgicos de un ayer que no fue y un mañana que nunca llega porque money makes the world go around, o sea… todo el jazz cabe en una catacumba con capacidad para 35-40 espectadores, nido de rojos que fue de chinos, ratas y traficantes: el Jamboree de Barcelona es el Madison Square Garden comparado con el Centro Cultural La Tortuga de Lavapiés.

Es preciso asomarse a las hendiduras abiertas en medio del asfalto para sacudirse la modorra de este Madrid que se nos escurre entre las manos llevando consigo la memoria de lo que fue, lo que pudo ser.

 

Madrid, mismo día, en torno a las 22.30 h.

El autobús parece flotar en una nube de éter, acentuando la sensación de irrealidad. Una extraña procesión ocupa el sentido contrario a la marcha, cerrada al tráfico rodado. La calle Génova a estas horas se halla envuelta en una penumbra espesa e inquietante.

Negro sobre negro, banderas – carlistas, de la Falange – al viento llevando consigo un sabor acibarado a patriotismo y muerte. Un sucinto cordón policial custodia el andar cachazudo del ejército de las sombras. Y, sobre todo ello, un silencio anómalo/amenazador.

Rostros crispados, caras al sol con la camisa nueva, frío en el cuerpo y en las almas. El vaho en el cristal deforma el contorno de los manifestantes.

La “zona franca” de nuestras pesadillas juveniles – el Madrid facha de los señoritos – desborda sus límites naturales – la calle Goya y adyacentes – para llegarse a la plaza de Colón y Génova. Y el cartel a la salida del Metro de Goya/Movistar: “ha entrado Vd. en Zona Nacional”.

Melenudos y moros, abstenerse.

Busco una rendija bajo las faldas de la ciudad ilustrada.

Tomajazz: Texto y fotografías © Chema García Martínez, 2025

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Chema García en Tomajazz

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